Evangelio lunes 29 de enero 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
pues muchas veces le habían atado con grillos
y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie
podía dominarle.
Y siempre, noche y día, andaba entre
los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de
lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo
contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me
atormentes. Es que Él le había dicho: Espíritu inmundo, sal de este hombre.”
°°° Marcos 5, 1-20.
Quien
expulsa demonios se llama Jesús de Nazareth. Dios tiene el máximo poder para
liberar, para sanar, para permitir volver nuevamente por los caminos del
bien, de la paz y de la tranquilidad. Las personas comienzan a ser manipuladas
por el demonio, cuando se dejan llevar por la envidia, el orgullo, la mentira,
la soberbia, la baja auto estima. Solo Dios podrá decir: “Espíritu inmundo sal
de esa persona”.
Desde un primer momento de su
ministerio, Jesucristo pensó en los momentos difíciles que irían a sufrir todos
aquellos que creyeran, anunciaran y vivera según su Evangelio. Razón suficiente
para transmitir ese poder para erradicar
el mayor mal que puede atormentar a un ser humano: “sentirse acompañado por el
demonio”. Dijo el Maestro: envió a los doce a predicar su Evangelio, con el
poder expulsar demonios. (Marcos 3, 14-15).
Una
buena práctica para derrotar al demonio es lograr vivir en unidad con Dios, con
su Palabra, con su Iglesia. Cuando existe demasiado desorden en la vida de
una persona, el demonio tiene las puertas abiertas para poder vivir y manipular
a dicha persona. Jesucristo le pregunta a la humanidad: ¿Cómo puede satanás
expulsar a satanás?
En otras
palabras: ¿Cómo puede el demonio dejar tranquila a una persona, si la persona
misma no cree en el poder de Dios? un reino está dividido contra sí mismo, ese
reino no puede subsistir. Si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está
dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. (cfr. Marcos 3, 24-26).
El Papa Francisco enseña que la mejor arma contra
el demonio es la oración. El demonio busca el fracaso del hombre, pero no tiene esperanza si es
una persona de oración.
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