Evangelio miércoles 17 de enero
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis
de Ibagué
«¿Es lícito
en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?»
Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su
corazón, dice al hombre: Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida
su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos
contra él para ver cómo eliminarle.” Marcos 3, 1-6.
La
dureza de corazón no va con los nobles y grandes sentimientos que debería tener
alguien que conoce la Palabra de Dios y la bondad de Dios. El salmo 118 en la Sagrada Escritura nos
permite contemplar una definición perfecta del ser de Dios: La bondad de Dios
se manifiesta en su benevolencia, su ser infinito es bueno en todos sus
atributos, todo lo que hace es para el bien de nosotros, la bondad de Dios
nunca se agota.
Una
persona de fe debería resplandecer por su bondad y nobleza de corazón.
María Santísima reconoce desde su fe y desde su humildad la bondad del creador:
“Miró con bondad la humillación de su sierva”. (cfr. Lucas 1, 46-55). El
apóstol san Pablo nos enseña los actos de los que debe gozar una persona de un
gran espíritu. Sus frutos deben ser: La bondad, la paciencia, la afabilidad, la
mansedumbre, el dominio de sí. (cfr. Gálatas 5, 22-23).
La
Eucaristía es un excelente sacramento para aprender la bondad, la generosidad y
la caridad que viene de Dios. La bondad eucarística de Dios supera la
inequidad humana. Bien lo advertía el profeta Eliseo: “Porque así dice el
Señor: Comerán y sobrará” (II Reyes 4, 44). Nos convertimos en testigos de la caridad con los demás °°° así lo
enseñó el Papa Benedicto XVI: “En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la
compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio
eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo”. (cfr. Ángelus, 31
de julio 2011).
El Papa Francisco nos pide estar
atentos a los corazones endurecidos. Un
corazón endurecido no logra comprender ni siquiera los más grandes milagros.
Pero, «¿cómo se endurece un corazón?» Un corazón se endurece cuando se encierra
en sí mismo. Cuando es orgulloso, autosuficiente, vanidoso. Dios le pregunta al
mundo, ¿por qué ustedes son de dura cerviz? (Éxodo 32, 9).
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