Evangelio domingo 7 de enero 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
AL oír esto,
el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos
sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar
donde había de nacer el Cristo. Ellos le
dijeron: «En Belén de Judea,” °°° Mateo 2, 1-12.
La
razón de la Epifanía es la manifestación y presencia del Hijo de Dios. Dios
se da a conocer a la humanidad. Cómo no entender que es supremamente necesario
que la luz de Dios brille en cada uno de nosotros: Que la bendición de Dios sea
la que preceda los actos humanos. Así lo recomienda Yahveh a Moisés, para que
se lo enseñe a Aarón: “El Señor haga brillar su rostro sobre ti y te sea
propicio; el Señor vuelva hacia ti su rostro y te conceda la paz” (Números 6,
22-27)
Dios
se revela en cantidad de circunstancias, aprovecha múltiples ocasiones, es
incansable, no se detiene, su vida es una energía constante de luz, de
resplandor, de fortaleza, de perdón, de sabiduría, de gozo y esperanza. Él
mismo dispuso las cosas, preparó diligentemente este acontecimiento, dejó las
bases de la fe, la luz y la verdad, para conocerlo a Él. Los magos cumplieron perfectamente su misión:
Se dejaron guiar por la estrella de Belén.
El
Papa Francisco nos enseña que los Reyes Magos, son símbolo de las personas que
buscan a Dios, que no le encuentran el palacio real y no se dejan engañar
por la apariencia de fragilidad del Niño. Y guiados por el Espíritu, reconocen
que Dios no se manifiesta en la potencia de este mundo, sino que nos habla en
la humildad de su amor. Los Magos nos indican el camino que debemos
recorrer en nuestra vida. Ellos buscaban la Luz verdadera. (cfr. Homilía, 6
de enero, 2015).
Teológicamente
hablando, existen tres epifanías del Señor. La manifestación a través de los
reyes magos. El milagro en las bodas de Caná de Galilea (Juan 2, 1-25) y
Epifanía a san Juan Bautista en el río Jordán. (Marcos 3, 13-17).
EN EL AÑO DEL HIJO JESUCRISTO: Sabemos que Jesucristo es el mediador y
plenitud de toda revelación, así lo enseña la constitución Dei Verbum en el Concilio Vaticano II.
La búsqueda del rostro de Dios se puede ver en el rostro de Jesús, así lo
explica el Papa Benedicto XVI. En Él el contenido de la Revelación y el
Revelador coinciden. Jesús nos muestra el rostro de Dios y nos da a conocer el
nombre de Dios.
En la Oración sacerdotal, en la Última Cena, Él dice al Padre:
«He manifestado tu nombre a los hombres... Les he dado a conocer tu nombre»
(cfr. Juan 17, 6. 26) (cfr. Audiencia, 16 de enero, 2013).
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