10 de enero de 2024

LA COMPASIÓN DIVINA SUPERA LA DISCRIMINACIÓN HUMANA Evangelio jueves 11 de enero 2024


LA COMPASIÓN DIVINA SUPERA LA DISCRIMINACIÓN HUMANA
        
Evangelio jueves 11 de enero 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Un leproso se le acercó a Jesús rogándole de rodillas diciéndole: “Si quieres, puedes sanarme”.  Jesús sintiendo compasión, lo tocó y dijo: “Si! quiero. Estás sano”. Al instante la lepra desapareció y fue sanado.
 
Enseguida Jesús le ordenó severamente al despedirse de él: “¡Mira! No le digas esto a nadie, pero ve y muéstrate al sacerdote para que te examine. Luego, para demostrar a todos que estás curado, ve y ofrece el sacrificio que Moisés ordenó. Pero el hombre, apenas se alejó comenzó a contar lo ocurrido y se corrió la voz. Es por eso que Jesús ya no podía entrar tranquilamente en ninguna ciudad.” Marcos 1, 40-45.
 
            Dios siempre se compadece ante el mal que existe o que los mismos seres humanos provocan en la sociedad. En la mente de Dios existe la compasión ante el mal que padece una persona. No se le pude colocar el mote del mal a una persona, por una condición somática o psicológica. Desafortunadamente en el mundo judío había la no cristiana actitud de descartar a las personas por la enfermedad de la lepra.
 
Ninguna persona se debe clasificar indigna por una enfermedad que padezca. La compasión y la misericordia de Dios se imponen ante la dureza del corazón humano.
 
            La Sagrada Escritura nos enseña a conocer a un Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en piedad. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. (Salmo 102). “Dios es benigno, justo y compasivo” (Salmo 114). El apóstol san Pablo recomienda para vivir bien nuestra religión: “Sean compasivos unos con otros, perdónense mutuamente” (Efesios 4, 32).
 
            Lo que Jesucristo anuncia es el Reino de su Padre celestial, (cfr. Lucas 8,1); lo que él hace es practicar la misericordia y la caridad con los demás, (cfr. Marcos 1,34); el resultado de ese proceso es la conversión de cada persona que se pone al servicio de Dios en el mundo, (cfr. Marcos 1, 31).
 
Jesucristo sabe lo que hace y sabe cómo hacerlo: Aprovecha el momento para educar y formar, “Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.” Ese es un método completo: El Hijo de Dios restaura la vida de cada persona y la convierte en ejemplo y servicio para los demás.
 
            El Papa Francisco explica: “La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús tocó al leproso. Él no toma distancia de seguridad y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y precisamente así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y capaz de sanar.” (cfr. Ángelus, 15 de febrero, 2015).
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