Evangelio martes 9 de enero 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
«¿Qué
tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién
eres tú: el Santo de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y
sal de él». °°° Marcos 1, 21-28.
La
autoridad es y ha sido un signo visible de la bondad y la grandeza del corazón
de una persona que sirve a los demás en nombre de Dios. La historia de la
salvación reconoce a Dios como signo de autoridad. El apóstol san Pablo entiende
muy bien en qué consiste la autoridad. Dice el servidor: “No hay autoridad que
no venga de Dios y los cargos existen por voluntad de Dios” (Romanos 13, 1).
Todo lo que
se oponga a la bondad y a la autoridad de Dios, es considerado rebeldía en el
ser humano. (cfr. Romanos 13, 2). Si la autoridad viene de Dios, los creyentes
debemos obedecer como un gran acto de nuestra propia conciencia. (cfr. Romanos
13, 5).
Si
la autoridad viene de Dios, el mayor ejemplo de ejercer la autoridad es Dios.
Los parámetros que guían la autoridad es la misma Palabra de Dios. Podemos
aprender de Él: En consonancia con el modelo de Jesucristo, se puede invitar a
la sociedad a cambiar sus malos comportamientos, su manera injusta de tratar a
los demás, su inmoralidad, su excentricismo, su filosofía del descarte actual,
etc. pero hay que saber hacerlo con autoridad, esa es la norma a seguir.
Quien
desee ayudar y dirigir a los demás, lo tendrá que hacer con autoridad. El testimonio de vida le da credibilidad a la
autoridad. Sin testimonio, el tiempo
está totalmente perdido. (cfr. Deuteronomio 18, 20). La autoridad vivida en la novedad del
Evangelio de Jesús da muchos resultados: frena al enemigo, detiene la
violencia, no entra en discusión, logra convertir a los demás, se hace
comprensible, se lucha teniendo un punto donde llegar, evita disturbios, salva
a muchas personas, nos permite entrar en diálogo con los demás.
El Papa Francisco enseña que la autoridad nace
del buen ejemplo. Los
discípulos de Jesús no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o
supremacía, porque debe haber una actitud fraternal entre nosotros, ser como el
Maestro que es manso y humilde de corazón. (cfr. Ángelus 5 de noviembre, 2017).
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