Evangelio viernes 26 de enero
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Y cuando el
fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo
expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra,
es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez
sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan
grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». °°° Marcos 4, 26-34
Como
podemos combinar la fuerza que tiene la Palabra de Dios y la presencia del
Reino de Dios en el mundo. El
Salvador del mundo nos propone pensar en su santa Palabra que actúa por sí
misma y la persona que escucha y pone en práctica esa Palabra. Es Dios quien
permite fructificar su Reino. Dios se vale de lo humilde, de lo pequeño, de lo
sencillo. Hay que permitirle a Dios que sea Dios y nos edifique con su Reino.
Cuando se trata de hablar del Reino
de Dios, pensamos en los pobres, los humildes, los sencillos de corazón. Entendemos que es necesario dejarlo todo
por el Reino de Dios. Comprender el Reino al cual estamos invitados desde
la semilla-espiga y la mostaza. Quien escucha la Palabra debe aceptarla y recibirla
tal como le fue proclamada.
El que es
mensajero de dicha Palabra debe anunciarla con fidelidad, sencillez, humildad,
y espíritu de Dios. Alguien habla, otro
escucha; de nuevo un tercero habla, un cuarto escucha; el Reino comienza a
surtir efecto entre quienes lo escuchan y quienes lo anuncian.
La
Palabra es como una semilla que va creciendo hasta lograr convertirse en espiga:
" La Palabra no es para ponerla bajo la cama, sino para proclamarla
públicamente. La Palabra es Universal.
La Palabra es tu propio compromiso con Dios y con todos los que te rodean.
No podemos defraudar a Dios después de haber
escuchado su Palabra, no podemos continuar en el mismo camino del desorden, la
mentira, la crítica destructiva, el pietismo, el estar comparándonos a todo
momento con los demás, el creer que estamos bien, porque no somos tan malos
como los demás.
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