Evangelio jueves 18 de enero 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Entonces, a
causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña
barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos
padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos,
al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero
él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.” Marcos 3, 7-12
Desde el momento en que el profeta
Isaías anuncia el nacimiento de alguien que viene a salvar la humanidad, nace la esperanza de todos aquellos que
esperan la redención del mundo. El profeta anuncia que viene la paz y la
justicia para siempre. (cfr. Isaías 7, 14). Ese mismo Mesías es luz para
los gentiles. (cfr. Isaías 49, 6-7).
El Mesías
presenta señales para que nos demos cuenta que él ya está presente. Por
ejemplo: Abrirá los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, los cojos
saltarán, etc. (cfr. Isaías 35, 4-6).
Jesús, en la vivencia de su
ministerio, experimentó la alegría de la cantidad de personas que lo seguían,
que le creían, que se maravillaban de su sabiduría, que reconocían su poder. Jesucristo se convierte en un motivo de
esperanza para la humanidad. Razón suficiente para educar a los pueblos
para que guarden el equilibrio y no vean en el hijo de Dios un milagrero sino
un enviado de la esperanza de Dios. Advierte el Maestro: “No digan a nadie lo
que yo soy” (Marcos 3, 12).
María
Santísima es un buen modelo de fe y esperanza. María le creyó a Dios y acogió a
su enviado en su seno. La respuesta
misma de Isabel confirma el gozo de María, la fuerza de su fe, el
convencimiento de su obra: “Dichosa tú, que has creído”. (Lucas 1, 45).
María Santísima, con su vida y con su fe,
transmite ese modelo que ha recibido de Dios, ella entiende perfectamente que
su obra y su decisión no es directamente suya sino que es el fruto de una
profunda relación con Dios, la fuerza de poder hacer la voluntad de Dios, de
entenderlo a Él, de creerle a Él.
El Papa
Francisco nos enseña la buena catequesis de la esperanza: Qué hermosos son
los pies de los que anuncian la Palabra de Dios. (Isaías 52). El nacimiento de
Jesucristo es fuente de esperanza. Abraham es el Padre de la fe y de la
esperanza. La esperanza nunca defrauda. (Romanos 5)
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