Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Él estaba
en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te
importa que perezcamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo:
¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se llenaron de gran
temor y se decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el
mar le obedecen?” Marcos 4, 35-41.
Debemos
aprender a vencer el miedo. El amor de Dios se impone. La grandeza de Dios
se impone. La confianza de Dios se impone. El poder de Dios detiene cualquier
tempestad que pretenda someter a quienes anunciar el mensaje de salvación.
Vencemos el miedo viviendo de acuerdo a los sacramentos que nos ha dado la
Iglesia.
La
Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, son excelentes armas contra el
miedo. La oración nos permite vivir en paz y ser fuertes ante el miedo. Quien
cumple los mandamientos de la ley de Dios, aprende a amar y a vencer las
tentaciones.
El
Papa Francisco sueña con una Iglesia en salida. Una Iglesia que vence el miedo
y sale a buscar a los lejanos, a los excluidos. La comunidad evangelizadora
se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica
distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida
humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores
tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. (Exhortación Apostólica,
Evangelii Gaudium, 24).
Aprendemos
a enfrentar el miedo, a confiar más en la fortaleza y la Gracia de Jesús de
Nazareth. Un excelente psiquiatra,
psicoterapeuta y escritor, analizando la vida de Jesucristo enseñaba: °°° “La
historia de Jesucristo es el mayor laboratorio de autoestima para la humanidad
°°° vale la pena vivir la vida, aunque
tengamos dificultades, aunque lloremos, aunque seamos derrotados, aunque
algunas enfermedades nos provoquen vergüenza.
Nunca hay
que desistir en este caminar. Hay que
caminar, aunque tengamos miedo de tropezar, si tropezamos no tengamos miedo
de herir, y si herimos hay que tener el valor para corregir” (cfr. Augusto
Cury).
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