«¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?» Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores». Lucas 5, 27-32.
Cuando se trata de seguir los pasos del Hijo de Dios, de responder a su llamado, de vivir de acuerdo al Espíritu de la Palabra de Dios, es preferible dejarse sorprender por la misericordia que viene de Dios. Es el mensaje en este sábado después de ceniza. La misericordia de Dios se impone ante la necedad y el criterio mal intencionado de algunos seres humanos. Para Dios es mucho más importante la misericordia, la bondad, la comprensión, estar en comunión con los demás que sentirse juez de las demás personas.
Cuaresma es un buen tiempo, para pensar en la posibilidad de no dejarse guiar por la necedad, por el mal hábito de juzgar siempre en lugar de valorar. Cuaresma es espacio de conversión y un cambio que necesita nuestra sociedad, es precisamente el abandonar el criterio equivocado de juzgar a otras personas.
Razón tuvo el profeta Isaías en advertir al pueblo la necesidad de la conversión para encontrar el verdadero camino de Dios. Decía el excelente profeta: “Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando des de comer al hambriento y sacies el alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas” (Isaías 58, 9-10).
El Papa Francisco enseña que la misericordia no abandona a quien se queda atrás. Dios sabe que sin misericordia nos quedamos tirados en el suelo, que para caminar necesitamos que vuelvan a ponernos en pie. Pero la humanidad cae continuamente, y el Señor lo sabe, y siempre está dispuesto a levantarnos
. Él no quiere que pensemos
continuamente en nuestras caídas, sino que lo miremos a Él, que en nuestras
caídas ve a hijos a los que tiene que levantar y en nuestras miserias ve a
hijos a los que tiene que amar con misericordia. (cfr. Homilía, 17 de abril,
2020). “Nos conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no
escuchamos palabras de condena, sino sólo palabras de amor, de
misericordia, que invitan a la conversión”. (cfr. Ángelus 17 de marzo de 2013.)
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