4 de septiembre 2024. “Bhinneka tunggal ika” (“Unidad en la diversidad”. Discurso Papa Francisco. Salón presidencial “Istana Negara” (Yacarta Indonesia) Viaje apostólico.
Señor
Presidente,
distinguidas
autoridades,
eminentísimos
señores Cardenales,
Le
agradezco cordialmente a usted, señor Presidente, la grata invitación a visitar
el país, así como sus amables palabras de saludo. Deseo expresar al Presidente
electo mis más cordiales deseos de una fructífera labor al servicio de
Indonesia, extenso archipiélago de miles y miles de islas bañadas por el mar
que comunica Asia con Oceanía.
Casi se podría afirmar que, al igual que el
océano es el elemento natural que une todas las islas indonesias, así el
respeto mutuo de las particularidades culturales, étnicas, lingüísticas y religiosas
específicas, de todos los grupos humanos que componen Indonesia, es el hilo
conductor indispensable que hace que el pueblo indonesio se mantenga unido y se
sienta orgulloso.
Vuestro lema nacional “Bhinneka tunggal ika”
(“Unidad en la diversidad”, que literalmente significa “Muchos, pero uno”) pone de manifiesto
esta realidad multiforme de pueblos que son diversos, pero firmemente
integrados en una sola nación. Y muestra también que, al igual que la gran
biodiversidad presente en este archipiélago es fuente de riqueza y esplendor,
análogamente, las diferencias específicas contribuyen a formar un magnífico
mosaico, en el que cada pieza es un elemento insustituible en la composición de
una obra original y preciosa. Y este es vuestro tesoro, es vuestra mayor
riqueza.
La armonía en el respeto a las diferencias se
logra cuando cada opinión particular tiene en cuenta las necesidades que son
comunes y cuando
cada etnia y confesión religiosa actúa con espíritu de fraternidad,
persiguiendo el noble objetivo de servir al bien de todos. El ser conscientes
de que se está participando en una historia compartida en la que cada uno
brinda su propia contribución, y donde la solidaridad de cada cual hacia el conjunto
es fundamental, ayuda a identificar las soluciones adecuadas, a evitar la
polarización de las diferencias y a transformar la confrontación en
colaboración eficaz.
Este sabio
y delicado equilibrio entre la multiplicidad de culturas, las diferentes visiones
ideológicas y las razones que fundamentan la unidad, debe ser defendido
continuamente contra cualquier desajuste. Se trata de un trabajo artesanal,
repito, un trabajo artesanal que corresponde a todos, pero de manera especial a
la tarea que realiza la política, cuando
se propone como fin la armonía, la equidad, el respeto de los derechos
fundamentales de los seres humanos, el desarrollo sostenible, la
solidaridad y la consecución de la paz, tanto en el seno de la sociedad como en
la relación con los demás pueblos y naciones. Y aquí reside la grandeza de la
política. Ya lo dijo un sabio, que la
política es la forma más elevada de la caridad. Esto es maravilloso.
A fin de
favorecer una armonía pacífica y constructiva que garantice la paz y unifique
los esfuerzos para vencer los desequilibrios y bolsas de miseria que aún
persisten en algunas zonas, la Iglesia
desea incrementar el diálogo interreligioso. De este modo, se podrán eliminar
los prejuicios y se fomentará un clima de respeto y de confianza mutua,
factores imprescindibles para afrontar los retos comunes, entre los cuales, el
de contrastar el extremismo y la intolerancia, que —tergiversando la religión—
intentan imponerse sirviéndose del engaño y la violencia. En cambio, la
cercanía, el escuchar la opinión de los
demás, eso crea la fraternidad de una nación. Y eso es algo muy bonito, muy
hermoso.
La Iglesia católica se pone al servicio del
bien común y desea fortalecer la cooperación con las instituciones públicas y
otras organizaciones de la sociedad civil, pero nunca haciendo proselitismo,
nunca; sino que respeta la fe de cada persona. Y con esto estimula la formación
de un tejido social más equilibrado y garantizar una distribución más eficiente
y equitativa de la asistencia social.
Permítanme
ahora hacer una alusión al Preámbulo de vuestra Constitución de 1945, que
ofrece valiosas indicaciones sobre la dirección del camino que ha elegido la
Indonesia democrática e independiente. Esta es una historia muy bella; cuando
uno la lee, percibe que fue escogida por todos.
En sólo
unas pocas líneas, el Preámbulo hace
referencia dos veces a Dios Todopoderoso y a la necesidad de que su
bendición descienda sobre el naciente Estado de Indonesia. Del mismo modo, el
texto de introducción a vuestra Ley Fundamental alude dos veces a la justicia
social, auspiciando que se instaure un orden internacional fundamentado en
ella, como uno de los principales objetivos a alcanzar en beneficio de todo el
pueblo indonesio.
Unidad en la multiplicidad, justicia social, bendición
divina son, pues, los principios fundamentales destinados a inspirar y guiar
los programas específicos, son como la estructura de soporte, la base sólida sobre la cual
construir la casa. ¿Y cómo no notar que estos principios se corresponden muy
bien con el lema de mi visita a Indonesia: “Fe,
fraternidad y compasión”?
Sin
embargo, lamentablemente existen en el mundo actual algunas tendencias que
obstaculizan el desarrollo de la fraternidad universal (cfr. Carta encíclica.
Fratelli Tutti, 9). En diversas regiones vemos surgir conflictos violentos, que
a menudo son el resultado de la falta de respeto mutuo, del deseo intolerante
de hacer prevalecer a toda costa los propios intereses, la propia posición o la
propia visión parcial de la historia, aunque eso suponga un sufrimiento
interminable para comunidades enteras y dé lugar a auténticas guerras
sangrientas.
A veces
también surgen tensiones violentas en el interior de los mismos estados, porque
los que detentan el poder quieren uniformarlo todo, imponiendo su visión
incluso en asuntos cuya decisión debería dejarse a la autonomía de cada
individuo o de los grupos.
Por otra
parte, a pesar de las persuasivas declaraciones políticas, hay muchas situaciones en las que falta un efectivo compromiso, de
amplias miras, para construir la justicia social. Como consecuencia, una
parte considerable de la humanidad queda relegada al margen, desprovista de los
medios adecuados para una existencia digna, y sin defensas para afrontar los
graves y crecientes desequilibrios sociales causantes de graves conflictos.
¿Y cómo
resuelven esto?, mediante una legislación de muerte, es decir, limitando la
natalidad, limitando la mayor riqueza que tiene un país, que son los
nacimientos. En vuestro país, en cambio, hay familias de tres, cuatro y hasta
cinco hijos que salen adelante. Y esto se nota en la media de edad del país.
Sigan así. Es un ejemplo para todas las naciones. Tal vez esto resulte curioso,
pero algunas familias prefieren tener un gato o un perro pequeño, y no un niño.
Esto no está bien.
En otros
contextos, además, las personas consideran que pueden o deben prescindir de la
búsqueda de la bendición de Dios, juzgándola superflua para el ser humano y
para la sociedad civil, se piensa que estos deberían promoverse con sus propias
fuerzas, sin embargo, al hacerlo se encuentran a menudo con la frustración y el
fracaso. Y a la inversa, hay casos en los que la fe en Dios se coloca
continuamente en primer plano, pero a menudo, lamentablemente para ser
manipulada y servir no para construir la paz, la comunión, el diálogo, el
respeto, la colaboración y la fraternidad, para construir el país, sino para
fomentar las divisiones y el odio.
Hermanos y
hermanas, de cara a estas sombras, es grato observar cómo la filosofía que
inspira la organización del Estado indonesio manifiesta sabiduría y equilibrio.
A este respecto, hago mías las palabras que san Juan Pablo II pronunció durante
su visita a este mismo palacio, en 1989. Entre otras cosas, afirmó: «En el
reconocimiento de la presencia de una legítima pluralidad, en el respeto a los
Derechos Humanos y políticos de todos los ciudadanos, y en el apoyo al
crecimiento de la unidad nacional basada en la tolerancia y respeto a los
demás, colocáis los cimientos de la justa y pacífica sociedad que los
indonesios desean para sí mismos y quieren legar a sus hijos» (Discurso al
Presidente de la República de Indonesia, Yakarta, 9 octubre 1989).
En el curso
de los acontecimientos históricos, incluso si a veces los principios
inspiradores, antes recordados, no siempre han tenido la fuerza de imponerse en
todas las circunstancias, siguen siendo válidos y confiables, como un faro que
nos indica la dirección que hay que tomar y nos advierte acerca de los errores
más peligrosos que hay que evitar.
Señor
Presidente, señoras y señores, deseo que todos, en su quehacer cotidiano, sepan
inspirarse en estos principios y hacerlos efectivos en el desempeño ordinario
de sus respectivas funciones, porque opus justitiae pax, la paz es fruto de la justicia. La concordia, en efecto, se alcanza
cuando cada uno se compromete, no sólo en función de sus propios intereses y de
su propia visión, sino con vistas al bien de todos, para construir puentes,
para favorecer los acuerdos y crear sinergias, para aunar esfuerzos y derrotar
toda forma de miseria moral, económica y social, y para promover la paz y la
concordia.
Queridos
hermanos y hermanas, continúen por este camino, que es bueno y acertado, y que
así trae la bendición a todo el pueblo: que Dios bendiga a Indonesia con la
paz, para un futuro lleno de esperanza. ¡Y que Dios los bendiga a todos! Fuente
e Imagen de Vatican. Va