Evangelio martes 24 de septiembre
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Pero Él les respondió: “Mi madre y
mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”. Lucas 8, 19-21.
El verdadero punto de apoyo para
cumplir la misión, para ser grande en la fe, para llegar a ser un buen
mensajero del Maestro, para llevar muchas personas a los caminos de Dios, es
tener como punto de referencia la PALABRA del Maestro. La Escritura recomienda el genial ejercicio de Escuchar y practicar la
Palabra. Quienes han logrado realizar este ejercicio, se llaman hoy en día:
Santos, Santas, Mártires, Beatos, Doctores de la Iglesia, excelentes personas.
Escuchar
es un ejercicio que cuesta a muchas personas. Existe la tentación o la ligereza
de opinar simultáneamente cuando estamos escuchando lo que otra persona nos
quiere enseñar. La primera tentación que debemos evitar es el hecho de estar
opinando sobre todo lo que escuchamos. Al contrario, Escuchar es una gracia
divina, es un don de Dios, es una retro alimentación de la inteligencia, es una
gran oportunidad para cometer menos errores en nuestros actos.
La
Escritura recomienda: “Escucha y obedece mis palabras y tendrás una larga vida.
Te llevo por el camino de la sabiduría, te guío por las sendas de la rectitud,
nada te estorbará, ni tropezarás al correr”. (Proverbios 4, 10-13).
El
Papa Francisco nos propone a los católicos pensar en una Iglesia “Sinodal”.
Para que eso llegue a cumplirse, debemos cumplir con las recomendaciones
bíblicas. Aprendemos a caminar juntos,
como hermanos, a enriquecernos con nuestros propios valores y talentos. Es
importante escuchar. Escuchando la voz del Espíritu Santo y la Palabra de Dios,
para entrar en la misión y la comunión de la Iglesia. La sinodalidad es la
forma de vivir y de actuar en la Iglesia.
Obedecer
es un valor. El Hijo de Dios aconseja sabiamente el escuchar y obedecer para
tener éxito en la vida, en la fe, en la misión. Obedecer requiere talento,
humildad, guardar silencio y meditar, pensar en el futuro. Existen magníficos
ejemplos de obediencia en la Sagrada Escritura que nos convencen por qué es
importante obedecer.
Por
ejemplo: Jesucristo obedeció la misión que le encomendó su Padre celestial y
ganó la salvación con la muerte y una muerte en la Cruz. (cfr. Hebreos 5, 8).
Dios le prueba la obediencia a Abraham pidiéndole que sacrifique a su hijo
Isaac. (cfr. Génesis 22, 1-12).
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