Evangelio viernes 20 de
septiembre 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús
recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia
del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían
sido sanadas de malos espíritus y enfermedades:
María, llamada Magdalena, de la
que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes,
Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.” Lucas 8, 1-3.
Hombres
y mujeres siguen al Maestro de Nazareth. El Hijo de Dios nos propone vivir en
una sociedad donde no existan diferencias ofensivas entre hombres y
mujeres. Desafortunadamente a lo largo de la historia se ha hecho más énfasis
en el machismo, el poder del hombre, la inteligencia del hombre, el dominio del
hombre etc.
El apóstol
san Pablo nos propone pensar que frente
a Dios todos somos iguales. No se hace necesario distinguir entre judío,
griego, esclavo o libre. (Gálatas 3, 26-28). Mientras la antigua Grecia y la
cultura romana, consideraban que la mujer no tenía derecho a voto, a tener
tierra, a heredar, su vida estaba en casa y en la crianza de los hijos. Al
contrario, el Salvador del mundo le da
un puesto privilegiado a la mujer.
El
Maestro acepta las mujeres como discípulas que lo acompañan. Las mujeres son
las primeras testigos de la resurrección del Hijo de Dios. La Escritura
habla de mujeres sanadas de enfermedades y mujeres que sirven a Dios en la
administración de sus bienes. Las mujeres son colaboradoras en la historia de
la salvación.
Por ejemplo, María la hermana de Moisés y de
Aarón. (Éxodo 15, 20). Débora la juez de Israel. (Jueces 4, 4). Ana la madre de
Samuel. (1 de Samuel 1, 1). Las maravillosas historias de Rut, de Judith y de
Ester.
En
el ministerio de Jesús de Nazareth aparecen una buena cantidad de mujeres, cada
una en su propio roll, viviendo su momento histórico, convirtiéndose en
modelo para los demás. Por ejemplo: La suegra de Pedro, la hija de Jairo, la
Sirofenicia, la viuda de Naín, la mujer encorvada, la hemorroísa, la mujer adúltera,
la mujer de Samaría, las dos hermanas de Betania, María de Magdala, la madre de
Santiago y Juan.
San
Juan Pablo II nos recuerda que, desde el principio de la creación, Dios los
hizo hombre y mujer, revelando con ellos la igualdad del hombre y la mujer ante
Dios. (cfr. Carta apostólica Mulieris Dignitatem, año 1988).
El Papa Francisco enseña que: El genio
femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello,
se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y
en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes. También en
la Iglesia. (cfr. Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 103).
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