14 de septiembre de 2024

ME ACOMODO A LOS SENTIMIENTOS DE DIOS Evangelio domingo 15 de septiembre 2024


ME ACOMODO A LOS SENTIMIENTOS DE DIOS                                                  Evangelio domingo 15 de septiembre 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.»
 
 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días.” °°° Marcos 8, 27-35.
 
            El Maestro de Nazareth nos propone a seguir el camino de Dios. Para poder ser un buen discípulo es necesario pensar en los siguientes criterios: ¿Quién es el Maestro? Es el Mesías, el enviado de Dios para salvar la humanidad. Su misión está centrada en el amor, la caridad y la misericordia. ¿Cómo logra el Maestro cumplir su misión? Con la pasión, muerte y resurrección. Asumiendo el dolor y el sufrimiento.
 
            Viviendo en la humildad y la sencillez de corazón. ¿Qué recomienda el Maestro, para no equivocarnos en la misión? Aprender a pensar como Dios y no como los hombres. El apóstol san Pablo enseña dónde está el compendio de una vida cristiana: “No se acomoden a este mundo; al contrario, renuévense para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios. (Romanos 12, 2).
 
            Pensamos como hombres o pensamos como Dios.  ¿Qué significa eso? La respuesta puede ser: Cuando una persona es creyente, es bautizada, es practicante, pero no logra conectar la Palabra de Dios a su ser y a su actuar, se queda pensando como un ser humano, no alcanza el nivel divino, porque el Evangelio lo mantiene separado de su vida personal.
 
Por ejemplo: Pensamos como hombres, cuando somos egoístas, buscamos nuestra propia felicidad, nuestro éxito, destacarnos en la comunidad, no interesa a qué precio de la vida de los demás. El apóstol san Pablo nos recomienda: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad, consideren a los demás como superiores a ustedes mismos”. (Filipenses 2, 3). 
 
            Pensamos como Dios, cuando nuestros sentimientos, afectos y manera de comunicarnos, responden a la nobleza, la bondad y la misericordia de Dios. Quien vive auténticamente su fe: piensa en los demás, sirve a los demás, es prudente con los demás, nunca se le ocurre juzgar a los demás. 

Ve en los demás el rostro de Dios. “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3, 23).
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