Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» Y les mandó enérgicamente
que a nadie hablaran acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del
hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días.” °°° Marcos
8, 27-35.
El
Maestro de Nazareth nos propone a seguir el camino de Dios. Para poder ser un buen
discípulo es necesario pensar en los siguientes criterios: ¿Quién es el
Maestro? Es el Mesías, el enviado de Dios para salvar la humanidad. Su misión
está centrada en el amor, la caridad y la misericordia. ¿Cómo logra el Maestro
cumplir su misión? Con la pasión, muerte y resurrección. Asumiendo el dolor y
el sufrimiento.
Viviendo en la humildad y la
sencillez de corazón. ¿Qué recomienda el
Maestro, para no equivocarnos en la misión? Aprender a pensar como Dios y
no como los hombres. El apóstol san Pablo enseña dónde está el compendio de una
vida cristiana: “No se acomoden a este mundo; al contrario, renuévense para que
sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios. (Romanos 12, 2).
Pensamos
como hombres o pensamos como Dios. ¿Qué
significa eso? La respuesta puede ser: Cuando una persona es creyente, es
bautizada, es practicante, pero no logra conectar la Palabra de Dios a su ser y
a su actuar, se queda pensando como un ser humano, no alcanza el nivel divino,
porque el Evangelio lo mantiene separado de su vida personal.
Por
ejemplo: Pensamos como hombres, cuando
somos egoístas, buscamos nuestra propia felicidad, nuestro éxito, destacarnos
en la comunidad, no interesa a qué precio de la vida de los demás. El apóstol
san Pablo nos recomienda: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con
humildad, consideren a los demás como superiores a ustedes mismos”. (Filipenses
2, 3).
Pensamos
como Dios, cuando nuestros sentimientos, afectos y manera de comunicarnos,
responden a la nobleza, la bondad y la misericordia de Dios. Quien vive
auténticamente su fe: piensa en los demás, sirve a los demás, es prudente con
los demás, nunca se le ocurre juzgar a los demás.
Ve en los demás el rostro de
Dios. “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres” (Colosenses 3, 23).
SI DESEAS ESCUCHAR EL AUDIO DE ESTA REFLEXIÓN
HAZ CLICK AQUÍ