9 de septiembre 2024. “En la vida lo importante es no permanecer caído” encuentro con los jóvenes, discurso del santo padre Francisco. Estadio “Sir John Guise” (Port Moresby, Papúa Nueva Guinea) Queridos jóvenes, buenos días.
Les
confieso una cosa, me siento contento por estos días pasados en este país,
donde conviven el mar, las montañas y los bosques tropicales; pero, sobre todo,
un país joven habitado por muchos jóvenes.
Y el rostro joven del país lo hemos
podido contemplar todos, también a través de la hermosa representación que
hemos visto aquí. ¡Gracias! Gracias por vuestra alegría, por cómo han narrado
la belleza de Papúa, “donde el océano se encuentra con el cielo, donde nacen
los sueños y surgen los desafíos”. Y, sobre todo, gracias porque han
manifestado a todos los demás una aspiración importante: “enfrentar el futuro con sonrisas de esperanza”. Con sonrisa y
alegría.
Queridos
jóvenes, no quería irme de aquí sin encontrarme con ustedes, porque ustedes son
la esperanza del futuro.
¿Cómo se construye el futuro? ¿Qué
sentido queremos darle a nuestra vida? Quisiera dejarme interpelar por estas
preguntas a partir de una narración que está al comienzo de la Biblia: el
relato de la Torre de Babel. En él vemos que se contraponen dos modelos, dos
modos opuestos de vivir y de construir la sociedad. Uno lleva a la confusión y
a la dispersión, mientras el otro, a la armonía del encuentro con Dios y con
los hermanos. Confusión por un lado y
armonía por el otro. Esto es importante.
Y ahora yo
les pregunto, ¿qué elijen ustedes? ¿El modelo de la dispersión o el modelo de
la armonía? ¿Qué elijen ustedes? [Responden: ¡armonía!]. ¡Ustedes son geniales!
Hay una historia que nos cuenta la Escritura y dice que, después del diluvio
universal, los descendientes de Noé se diseminaron por diferentes islas, cada
uno «con su lengua, sus clanes y sus nacionalidades» (Génesis 10, 5).
Sin
anular las diferencias, Dios les
concedió un modo para ponerse en comunicación y para unirse; de hecho, «todo el
mundo hablaba una misma lengua » (Génesis 11,1). Esto significa que el Señor, nos creó para tener una buena relación con
los demás. ¡Cuidado!, no nos ha creado para la confusión, sino para tener
una buena relación con todos. Y eso es muy importante.
Y frente a
estas diferencias de idiomas, que dividen, que dispersan, necesitamos tener un
solo idioma que nos ayude a estar unidos. Yo les pregunto, ¿cuál es el idioma
que favorece la amistad, que abate los muros de división y nos abre el camino
para entrar, todos, en un abrazo fraterno?
¿Cuál es
este idioma? Me gustaría oír a algún valiente de entre ustedes. ¿Quién es capaz
de decirme cuál es este idioma? ¿Quién es el más valiente?, que levante la mano
y venga aquí adelante. [Un joven responde: el amor]. ¿Están convencidos de
esto? [Los jóvenes responden: ¡sí!]. Piensen un poco. ¿Qué existe como opuesto al amor? El odio.
Pero quizás hay algo más
feo que el odio, y es la indiferencia hacia los demás. ¿Entendieron lo que es
el odio y lo que es la indiferencia? ¿Lo entendieron? [Los jóvenes responden:
¡sí!]. La indiferencia es algo muy malo,
porque dejas a los demás en la calle y no te interesa ayudarlos. La
indiferencia hunde sus raíces en el egoísmo.
Escuchen esto queridos jóvenes, en vuestra
vida, deben tener en el corazón la inquietud de cuidar a los demás. Deben tener
la inquietud de tender lazos de amistad entre ustedes. Pongan atención a algo que les
diré ahora, que quizás les parezca un poco extraño —una cosa que voy a decir
ahora y que quizás parezca un poco extraña—. Hay una relación muy importante en
la vida del joven, que es la cercanía con los abuelos. ¿Están de acuerdo con
esto? [Los jóvenes responden: ¡sí!]. Ahora, repitamos todos juntos: “¡vivan los
abuelos!” [Los jóvenes responden]: ¡vivan los abuelos! Muchas gracias. Gracias.
Gracias.
Volvamos a
la narración bíblica de los descendientes de Noé. Cada uno hablaba un idioma
diferente, incluso muchos dialectos. Les pregunto, ¿cuántos dialectos hay aquí?
¿Uno?, ¿dos?, ¿tres? ¿Pero ustedes tienen un idioma común? Piensen bien la
respuesta, ¿tienen un lenguaje común? [Los jóvenes responden: ¡sí!]. ¡El idioma del corazón! ¡El lenguaje del
amor! ¡El lenguaje de la cercanía! Y también, el lenguaje del servicio.
Les
agradezco su presencia aquí. Y espero que todos ustedes hablen el idioma más
profundo, ¡que todos ustedes sean “wantok” del amor!
Queridos
jóvenes, estoy contento de vuestro entusiasmo y estoy contento de todo lo que
hacen y de lo que piensan. Pero me pregunto —¡estén atentos a la pregunta! —:
¿un joven puede equivocarse? [Los
jóvenes responden: ¡sí!]. Y una persona adulta, ¿puede equivocarse? [Los
jóvenes responden: ¡sí!]. ¿Y un viejo como yo, puede equivocarse? [Los jóvenes
responden: ¡sí!].
Todos podemos
equivocarnos, ¡todos! Pero lo importante es darse cuenta del error. Esto es
importante. No somos superman. Podemos equivocarnos. Esto nos da también una
certeza: que siempre debemos enmendarnos. En la vida todos podemos caer,
¡todos! Hay una canción muy bonita, me gustaría que la aprendieran, es una
canción que cantan los jóvenes cuando están subiendo a los Alpes, a las
montañas.
La canción
dice así: “en el arte de subir, lo
importante no es caer, más bien no permanecer caído”. ¿Entendieron esto?
[Los jóvenes responden: ¡sí!]. En la vida todos podemos caer, ¡todos! Les
pregunto, ¿es importante no caer? —¿es importante no caer? —. [Los jóvenes
responden: ¡no!]. ¿Qué es más importante? [Los jóvenes responden:
¡levantarse!]. No permanecer caído. Y si ves a un amigo, un compañero, una
amiga, una compañera de tu edad que ha caído, ¿Qué tienes que hacer? ¿Reírte de
eso? [Los jóvenes dicen: ¡no!].
Tienes
que mirarlo y ayudarlo a levantarse. Piensen que en una sola situación de
nuestra vida podemos mirar al otro desde arriba hacia abajo: cuando tenemos que
ayudarlo a levantarse —para ayudarlo a levantarse—. ¿Están de acuerdo con esto
o no están de acuerdo? [Los jóvenes responden: ¡sí!]. Si uno de ustedes ha
caído o está mal en la vida moral, ¿tú le darías un puntapié, así? [Los
jóvenes responden: ¡no!]. Bien, bien.
Ahora
repetimos juntos, para terminar. En la
vida lo importante no es no caer, lo importante es no permanecer caído.
Repitan. Muchas gracias.
Queridos
jóvenes, les agradezco su alegría, su presencia, sus ilusiones.
Rezo por
ustedes —rezo por ustedes—. Y ustedes no se olviden de rezar por mí, porque el
trabajo no es fácil. Muchas gracias por su presencia. Muchas gracias por su
esperanza.
Y ahora,
todos juntos, oremos. Oremos por todos nosotros.
[Se reza el Padre Nuestro en inglés].
Muchas
Gracias. Me olvidaba [de decirles], si uno cae, ¿debe quedarse caído? [Los
jóvenes responden: ¡no!]. Muy bien. Y si vemos a un amigo, una amiga, un
compañero, una compañera, que cae: ¿debemos dejarlo allí o darle un puntapié?
[Los jóvenes responden: ¡no!]. ¿Qué debemos hacer? [Los jóvenes responden:
¡ayudarle a levantarse!].
Muchas
gracias. Que Dios los bendiga. No se olviden de rezar por mí. Fuente: Vatican.
Va.