Evangelio viernes 13 de
septiembre 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán
los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que
esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay
en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano:
"Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo”, ¿no viendo tú mismo
la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.”
Lucas 6, 39-42.
El
buen discípulo tiene el gran reto de ser como su Maestro. No lo podrá
superar, porque ese no es el objetivo. “El discípulo no es más que su Maestro”.
Deberá ir madurando y aprendiendo a tener los mismos sentimientos de su
Maestro. La genial tarea de un discípulo es ganar y formar nuevos discípulos.
Un creyente
logrará dicha misión si toma la opción de abandonar los defectos tan comunes de
algunos discípulos: Creerse sin defectos y superior a los demás. “Un ciego guía
a otro ciego”. Mirar más los defectos en los demás. “No repara la viga de su
propio ojo”. Creerse juez de los demás. “Quién te nombró juez de tu hermano”.
El
Papa Francisco recomienda para un buen discípulo de Cristo en su proceso
vocacional: Escuchar, discernir y vivir.
Escucha muy atento la voz de Dios; discierne lo que vas a hacer y hazlo
bien; empieza a vivir tu vocación de una forma permanente y sin rezagarse. Para
poder escuchar esa llamada del Señor hay que abrirse, salir de uno mismo. “Si
permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la
apatía de quien desperdicia su vida, no lo vamos a lograr”.
Un
primer paso en la dirección de la escucha es liberar nuestras mentes y nuestros
corazones de prejuicios y estereotipos: cuando pensamos que ya sabemos
quién es el otro y lo que quiere, entonces se hace realmente difícil escucharlo
en serio. (cfr. Discurso al sínodo dedicado a los jóvenes, 3 de octubre, 2018).
La
fe de la Iglesia se basa en el testimonio de los apóstoles; para nosotros los
católicos es definitivo entender, lo que ellos vieron, creyeron y anunciaron. El apóstol es en primer lugar un hombre de
Dios, una mujer de Dios; es quien lo experimenta presente y cercano en la historia.
En segundo lugar, su raíz última y su fuente proviene de una profunda
experiencia de Dios.
En tercer
lugar: la misión de Jesús y sus discípulos es salir en búsqueda del pecador,
compartiendo la misericordia y el gozo de Dios. (cfr. Lucas 15, 1-31). En
cuarto lugar: el discípulo se convierte en un verdadero ejemplo de humildad
para los demás.
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