Evangelio martes 17 de septiembre
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Al verla, el
Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. Después se acercó y tocó el féretro.
Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, yo te lo ordeno,
levántate”.
El muerto se incorporó y empezó a
hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor
y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros
y Dios ha visitado a su Pueblo” Lucas 7, 11-17.
La muerte
guarda una relación precisa con la virtud de la Esperanza. Creer en la
resurrección es un componente esencial en la doctrina cristiana. El mismo Hijo
de Dios proclama una vida más allá de la muerte. “Yo soy el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob; pues bien: Él es Dios de vivos y no de
muertos.” (Mateo 22, 32)
La
muerte tiene su razón de ser. Tiene su interpretación. Nuestro Catecismo de la
Iglesia Católica nos enseña que la muerte anuncia el final de la vida terrena.
Luego desde la misma fe entendemos que terminada la vida terrenal se abre la
eternidad. (cfr. Numeral 1007). La muerte causa dolor, sufrimiento, soledad,
desconcierto, etc. La razón es porque no vemos la muerte desde la fe sino desde
la razón humana.
Si seguimos los pasos del Salvador
del mundo, logramos entender que la
muerte fue transformada por Cristo. Él mismo asumió la muerte desde la vida y
la resurrección. El Maestro de Nazareth transformó la muerte en bendición.
(cfr. Romanos 5, 19-21. Catecismo numeral 1009). Gracias a Jesucristo la muerte
adquiere un sentido positivo. San Pablo apóstol, cuenta su experiencia de fe
diciendo: “Para mí, la vida es Cristo y
morir una ganancia" (Filipenses 1, 21).
Podemos concluir diciendo que: “La
novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano
está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida
nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este
"morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a Él en su
acto redentor”. (Catecismo # 1010).
El
Papa Benedicto XVI explica teológicamente que la muerte es como un sueño según
Dios y del cual se puede despertar. Jesús demostró un poder absoluto sobre
esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím: "La
niña no ha muerto; está dormida". Este señorío sobre la muerte no impidió
a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación- (cfr.
Homilía, 9 de marzo, 2008).
El Papa
Francisco opina que no todo termina con la muerte. Tenemos que superar la
idea de muerte como aniquilación total. (cfr. Homilía, 5 de noviembre, 2020).
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