Evangelio miércoles 18 de
septiembre 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Porque
llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Tiene
un demonio!”. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un
glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!”. Pero la Sabiduría ha
sido reconocida como justa por todos sus hijos.” Lucas 7, 31-35.
La
parábola de los niños caprichosos. Así identifican este maravilloso mensaje de
Jesús de Nazareth los hermeneutas bíblicos. Por momentos y por épocas
quienes creen en Dios y meditan su mensaje se comportan de una manera
caprichosa. Desde el punto de vista de la psicología, una persona caprichosa
pierde el control de sí misma, le encanta organizar un drama en público,
exagera las situaciones, le gusta llevar la contraria.
Jesucristo
utilizando el método de preguntas y respuestas quiere que quienes creen en Dios piensen de una manera justa y equilibrada. Es algo así como hablar con ironía para que
los que escuchen tomen las decisiones correctas y encuentren dónde está su
error.
Existen
personas que, en materia de fe, les gusta llevar al extremo la hermenéutica de
la Palabra de Dios. Por ejemplo, algunos critican la manera como vivía Juan
el bautista, en penitencia, oración y ascetismo. Esa es una de las tantas
formas de agradarle a Dios. Otros juzgaron la manera de ser del Hijo de Dios.
Decían: comilón, borracho y amigo de pecadores. La injusta crítica es creer que
vivir correctamente la fe es discriminar las personas, sentirse superior a los
demás, el juicio es el medio incorrecto de evangelización.
A
las personas caprichosas que lastiman mucho la religión, los psicólogos
recomiendan: Trabajar la inteligencia emocional, se trata de regular las
emociones y los sentimientos. Cambiar la manera individualista de vivir por
aceptar el trabajo en equipo, dejar de creerse el emperador en la materia.
El Papa Francisco piensa que la persona que no
tiene paciencia es alguien muy caprichoso. “las cosas que nosotros no queremos”, hace
“madurar nuestra vida. Quien no tiene paciencia quiere todo de inmediato, todo
de prisa. Quien no conoce esta sabiduría de la paciencia, es una persona
caprichosa, como los niños que son caprichosos” y ninguna cosa les está bien.
(cfr. Homilía, 17 de febrero, 2014). Nos debemos sentir afortunados cuando nos
toque soportar toda clase de pruebas. (Santiago 1, 2).
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