5 de enero 2025. “No tengamos miedo de dar el primer paso.” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Y
felicitaciones, ¡sois valientes, con la lluvia! ¡Feliz domingo!
Hoy el
Evangelio (cfr. Juan 1, 1-18), hablándonos de Jesús, Verbo hecho carne, nos dice
que «la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron» (Juan 1, 5).
Es decir, nos recuerda lo poderoso que es el amor de Dios, que no se deja
vencer por nada, y que, más allá de obstáculos y rechazos, continúa
resplandeciendo e iluminando nuestro camino.
Lo vemos en
la Navidad, cuando el Hijo de Dios,
hecho hombre, supera tantos muros y tantas divisiones. Afronta la cerrazón de
mente y de corazón de los “grandes” de su tiempo, más preocupados por
defender el poder que por buscar al Señor (cf. Mateo 2,3-18). Comparte la vida
humilde de María y José, que lo acogen y crían con amor, pero con las
posibilidades limitadas y las dificultades propias de quien no tiene medios:
eran pobres.
Se ofrece, frágil e
indefenso, al encuentro con los pastores (cf. Lucas 2, 8-18), hombres con
el corazón marcado por la crudeza de la vida y por el desprecio de la sociedad;
y después con los Magos (cf. Mateo 2, 1), que movidos por el deseo de conocerlo
afrontan un largo viaje y lo encuentran en una casa de gente común, en gran
pobreza.
Frente a estos y a otros tantos desafíos, que
parecen contradicciones, Dios no se detiene nunca – escuchemos bien esto: Dios no se detiene
nunca –: encuentra miles de modos para llegar a todos y a cada uno de nosotros,
allá donde nos encontremos, sin cálculos y sin condiciones, abriendo también en
las noches más oscuras de la humanidad ventanas de luz que la oscuridad no
puede cubrir (cf. Isaías 9, 1-6).
Es una realidad que nos consuela y que nos da
valor, especialmente en un tiempo como el nuestro, un tiempo que no es fácil,
donde hay tanta necesidad de luz, de esperanza y de paz, un mondo donde los
hombres a veces crean situaciones tan complicadas que parece imposible salir de
ellas.
Parece
imposible salir de tantas situaciones, ¡pero hoy la Palabra de Dios nos dice
que no es así! Es más, nos llama a
imitar al Dios del amor, abriendo destellos de luz donde podamos, con
cualquiera que nos encontremos, en todos los contextos: familiar, social,
internacional. Nos invita a no tener miedo de dar el primer paso. Esta es la
invitación del Señor hoy: no tengamos
miedo de dar el primer paso: hace falta valor para hacerlo, pero no
tengamos miedo. Abriendo ventanas luminosas de cercanía a quien sufre, de
perdón, de compasión y de reconciliación: estos son los muchos primeros pasos
que debemos dar para hacer el camino más claro, seguro y posible para todos.
Y
esta invitación resuena de modo particular en el Año Jubilar que acaba de comenzar,
urgiéndonos a ser mensajeros de esperanza con simples pero concretos “sí” a la
vida, con elecciones que aporten vida. Hagámoslo
todos: ¡es este el camino de la salvación!
Y entonces,
al inicio de un nuevo año, podemos preguntarnos: ¿En qué modo puedo abrir una
ventana de luz en mi ambiente y en mis relaciones? ¿Dónde puedo ser un
resquicio que deje pasar el amor de Dios? ¿Cuál es el primer paso que yo
debería dar hoy?
Que María,
estrella que guía a Jesús, nos ayude a ser para todos testigos luminosos del
amor del Padre. Fuente: Vatican. Va.