11 de enero
2025. Esperar es volver a comenzar – Audiencia jubilar Papa Francisco. Sala
Pablo VI ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Muchos de
ustedes se encuentran aquí, en Roma, como “peregrinos de esperanza”. Esta
mañana iniciamos las audiencias jubilares del sábado, que idealmente pretenden
acoger y abrazar a todos aquellos que de tantas partes del mundo vienen a
buscar un nuevo comienzo. El Jubileo, de hecho, es un nuevo comenzar, la
posibilidad para todos de volver a partir desde Dios. Con el Jubileo se comienza una nueva vida, una nueva etapa.
En estos
sábados quisiera resaltar, de vez en vez, algún aspecto de la esperanza. Es una virtud teologal. La en latín virtud,
virtus quiere decir “fuerza”; o sea, la esperanza es una fuerza que viene
de Dios. La esperanza, por lo tanto, no es algo habitual o una característica –
algo que se posee o no – sino una fuerza que hay que pedir. Por esto nos
hacemos peregrinos: venimos a pedir un don, para volver a partir por el camino
de la vida.
Estamos por
celebrar la fiesta del Bautismo de Jesús y esto nos hace pensar en aquel gran
profeta de esperanza que fue Juan Bautista. Sobre él Jesús dice algo
maravilloso: que es el más grande entre
los nacidos de mujer (cfr Lucas 7, 28). Entendemos ahora por qué tanta
gente acudía a él, con el deseo de un nuevo comenzar. Con el deseo de volver a
comenzar y el Jubileo nos ayuda en esto.
El Bautista
aparecía verdaderamente grande y creíble en su personalidad. Así como hoy
nosotros atravesamos la Puerta Santa, así Juan proponía atravesar el rio
Jordán, entrando en la Tierra Prometida como había acontecido con Josué la
primera vez. Hermanas y hermanos, volver
a comenzar. Esta es la palabra: volver a comenzar.
Volver a comenzar,
recibir la tierra desde el inicio, como la primera vez. Pongamos esto en la
cabeza y digamos todos juntos: „volver a comenzar. “Digamos juntos… [volver a
comenzar]; no escucho bien…[volver a comenzar]; soy un poco sordo, no escucho
bien… Volver a comenzar… Eso, no se olviden de esto: volver a comenzar.
Jesús,
inmediatamente después de aquel gran halago, agrega algo que nos hace pensar:
«Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el
más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él» (v. 28). La esperanza, hermanos y hermanas, se
encuentra toda en este salto de calidad. No depende de nosotros, sino del
Reino de Dios. He aquí la sorpresa: acoger el Reino de Dios nos conduce a un
nuevo orden de grandeza. ¡Nuestro mundo, todos nosotros tenemos necesidad de
esto! Y nosotros decimos: qué cosa debemos hacer? [volver a comenzar]; no
entiendo bien [volver a comenzar]. No se olviden de esto: volver a comenzar.
Cuando Jesús
pronuncia aquellas palabras, el Bautista está en la cárcel, lleno de
interrogativos. En nuestro peregrinar también nosotros llevamos tantas
preguntas, y saben ¿por qué? porque son
muchos los “Herodes” que todavía contrastan el Reino de Dios. Pero Jesús nos
muestra el camino, el camino de las nuevas Bienaventuranzas, que son las leyes
sorprendentes del Evangelio.
Entonces preguntémonos: ¿llevo dentro de mí un
sincero deseo de volver a comenzar? ¿Quiero aprender de Jesús quién es
verdaderamente grande? El más pequeño, en el Reino de Dios, él es grande. Y
nosotros debemos… [Volver a comenzar, volver a comenzar].
Entonces
aprendamos de Juan el Bautista a volver a creer. La esperanza para nuestra casa
común – esta nuestra Tierra tan abusada y herida – y la esperanza para todos
los seres humanos está en la diferencia de Dios. Su grandeza es diferente. Y nosotros volvemos a comenzar desde esta
originalidad de Dios, que ha resplandecido en Jesús y que ahora nos
compromete a servir, a amar fraternalmente, a reconocernos pequeños. Y a ver a
los más pequeños, a escucharlos y a ser su voz. ¡He aquí nuestro nuevo inicio,
este es nuestro jubileo! ¡Gracias! Fuente: Vatican. Va.