2 de enero de 2025

VIVIMOS LA FE SEGÚN LOS SENTIMIENTOS DE CRISTO Evangelio viernes 3 de enero 2025


VIVIMOS LA FE SEGÚN LOS SENTIMIENTOS DE CRISTO
Evangelio viernes 3 de enero 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.            Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
 
            También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor”. Lucas 2, 21-24
 
            Desde el ambiente bíblico el “Nombre” indica el ser y la misión de cada persona. Por ejemplo, el nombre del Señor, Salvador del mundo es “Jesús”. Los hermeneutas bíblicos nos enseñan que es la forma latina del griego “Iesous” (Ἰησοῦς), que a su vez es la transliteración del hebreo “Jeshua” (Yehošuaʕ) o “Jehoshua” (Yehošuaʕ)
 
o, en su forma contraída, “Joshua”, que significa “Yahveh es salvación” o simplemente “Dios salva”.  La Sagrada Escritura nos permite saber con certeza que el deseo de Dios era que María Santísima concibiera en su seno virginal y diera a luz un hijo de Dios y le pusiera por nombre Jesús. (Lucas 1, 31).
 
            Ese nombre de Jesús daría la clave para saber la misión de ese Hijo de Dios. Afirma la Escritura: “Será grande, será llamado Hijo del altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre. Reinará sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin. (Lucas 1, 32-33).  El Papa Francisco nos explica muy bien cómo podemos cumplir nuestro apostolado, tomando como base el significado del nombre de “Jesús”. 
 
Dice el santo Padre: San Pablo nos dice: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo» (Filipenses 2, 5-7).
 
            Tener los mismos sentimientos de Cristo, significa pensar como Él, querer como Él, mirar como Él, caminar como Él. Significa hacer lo que hizo Él y con sus mismos sentimientos, con los sentimientos de su Corazón.
 
            El corazón de Cristo es el corazón de un Dios que, por amor, se «vació». Cada uno de nosotros, que sigue a Jesús debería estar dispuesto a vaciarse de sí mismo. Estamos llamados a este abajamiento: ser de los «despojados». Ser hombres que no deben vivir centrados en sí mismos. (cfr. Homilía, 3 de enero, 2014).
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https://youtu.be/_nOaVr_E760