Evangelio viernes 10 de enero 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Él le ordenó que no se lo dijera a
nadie, pero añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu
purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Su fama se
extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse
sanar de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a lugares desiertos para orar."
Lucas 5, 12-16.
Es muy grande y significativa la fe
de una persona que deja todo en manos de Dios. Es ese modelo de creyente que sabe vivir su vida desde la confianza y
los destinos de Dios. Sabe perfectamente quién es Dios y el poder que tiene
el mismo Dios. Sencillamente le dice: “Si quieres puedes purificarme”. Existen diferentes tipos de enfermedades.
Hay
enfermedades transitorias, graves, permanentes, supremamente difíciles. Una
enfermedad bien complicada para el cuerpo y para el alma es sentirse juzgado y
descartado por la misma sociedad. ¿Cómo es posible que una enfermedad,
convierta a una persona en alguien contaminado e impuro? (cfr. Levítico 13,
45-46).
Es como una extrema interpretación
de la Palabra de Dios, de la ley de Dios. Si una sociedad declara impura a una
persona, el Salvador del mundo le regala su sabia enseñanza. “Lo que contamina
a una persona es lo que sale de su boca” (Mateo 15, 11). La necedad de Dios supera la inteligencia y las leyes que rigen a los
seres humanos. Dios sana porque tú
crees en Él, en su poder y en su misericordia, porque comienzas una vida nueva
que va a servir de ejemplo para los demás.
El
Papa Francisco insiste en tocar y estar muy cerca del pobre, del enfermo,
del descartado: “Los pobres y los abandonados, los enfermos, los marginados son
la carne de Cristo. ¡No tener miedo ni repugnancia a tocar la carne de Cristo!
Esto conlleva no encerrarse en uno mismo”.
Jesús tocaba a los enfermos y se dejaba tocar por ellos y los pecadores.
(cfr. Homilía, 12 de mayo 2013).
San
Juan Crisóstomo, Obispo, nos enseña que Jesucristo no acepta el someterse a la
ley, la caridad está por encima de la ley, todo es limpio para los limpios.
El Señor vino para conducir el alma a la filosofía.
Lo importante es cuidar del
alma y, sin hacer caso de las purificaciones externas, mantener el alma bien
limpia, no temiendo otra lepra que la lepra del alma, es decir, el pecado.
Jesús es el primero que toca a un leproso y nadie se lo reprocha. (Homilía 25,
1-2: PG 57, 328-329).
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