Evangelio sábado 1 de febrero 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Le despiertan y le dicen: Maestro,
¿no te importa que perezcamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
¡Calla, enmudece! El viento se calmó y
sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo
no tenéis fe?
Ellos se llenaron de gran temor y se
decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le
obedecen?” Marcos 4, 35-41.
El Hijo de Dios tiene la respuesta a
todas las circunstancias, momentos difíciles, temores y miedos del ser humano. ¿Cómo enfrentar los momentos difíciles?
La respuesta puede ser, teniendo más confianza en Dios. Dejándose guiar por el
Espíritu de Dios. Dejar a Dios ser Dios.
Uno de los cinco libros sapienciales en la Sagrada Escritura, propone el ideal
de la perfección humana, la base son los valores y las virtudes.
Dice el libro sagrado: “Encomienda tus obras a Dios, y
tus proyectos se realizarán. Dios hizo todo con un propósito. Dios detesta el
corazón altanero: no podrá quedar sin castigo. Con la bondad y la fidelidad uno
repara sus faltas, pero con el temor de
Dios se aleja del mal.” Proverbios
16, 3-6.
El
buen creyente vive su fe a toda prueba. Confía más en el poder de Dios. El
profeta advierte: “Él es mi Dios y Salvador. Confiaré y no temeré. Mi fuerza y
mi poder es el Señor. Él fue mi salvación. (Isaías 12, 2). El poder y la Gracia de Dios están por encima de cualquier tipo de
mentalidad y concepto individual. Resistirse a aceptar el Misterio de Dios
y su Reino, es abrir la posibilidad al pecado. Muchas formas de pecado nacen
ante la terquedad humana.
En
la personalidad del Maestro de Jerusalén existe el equilibrio genial entre lo
que él anuncia, lo que hace y el resultado que espera como aprendizaje de
cada uno de nosotros: Lo que él anuncia es el Reino de su Padre celestial, (cfr.
Lucas 8, 1); lo que él hace es practicar la misericordia y la caridad con los
demás, (cfr. Marcos 1, 34); el resultado de ese proceso es la conversión de
cada persona.
El Papa
Francisco nos recuerda que debemos tomar conciencia de que somos débiles y
pecadores: sólo el poder de Dios nos
salva y nos cura. Ninguno de nosotros “puede salvarse a sí mismo”. la
fuerza de Dios lo que nos salva, nos cura y nos pone en pie”. Y esto, en el
fondo, es “la realidad de nuestra vulnerabilidad” (cfr. Homilía, 16 de junio,
2017).
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