30 de agosto de 2025

NUESTROS DIRIGENTES POLÍTICOS Padre Mario García


30 de agosto 2025. NUESTROS DIRIGENTES POLÍTICOS Autor: Padre, Mario García Isaza c.m Formador Seminario Mayor Arquidiócesis de Ibagué. magarisaz@hotmail.com     
Vivimos, no cabe duda, momentos trascendentales para el futuro de nuestra patria. El ambiente que se respira en nuestra querida Colombia está impregnado de desconcierto, de miedos, de incertidumbre sobre lo que nos espera. Muchos tenemos la certeza de que el pueblo colombiano posee una riqueza humana, unas potencialidades, un acervo de virtudes de toda índole que serían suficientes para darnos una vida de armonía social, de prosperidad, de concordia, de paz y de justicia; y esa certeza se ve frecuentemente reforzada por hechos y personas maravillosas, que nos hacen soñar….
 
Pero ¡ay!, esa reconfortante sensación se ve, casi a diario, golpeada por hechos y personas que solo encarnan los antivalores de la corrupción, de la violencia, de la injusticia, del odio. Y en circunstancias como las actuales, de un período que se abre a la pugna electoral que habrá de darnos, en menos de un año, nuevo parlamento y nuevo gobernante, hay quienes echamos de menos la presencia y la actuación de dirigentes políticos que por su firmeza y claridad de principios, por su rectitud moral, por la profesión clara y enhiesta de su fe, por su desinteresada búsqueda del verdadero bien común, por su adhesión indeclinable y sin ambages a la doctrina social cristiana, por su concepto del ejercicio de la autoridad como servicio… puedan merecer nuestro apoyo.
 
El mundo de la politiquería – que no de la política – es un mundo sórdido, una rebatiña furibunda de intereses personalistas, un mercado impúdico de negociaciones vitandas; los llamados partidos ya no son lo que fueron, grupos disciplinados y orientados en su acción por una ideología, por una visión del hombre y de la sociedad basada en convicciones e iluminada por los principios que fueron fundamento de la civilización occidental, de profunda raigambre cristiana. Son tan pocas las excepciones, tan escasos los políticos rectos, desinteresados y capaces de dar testimonio en sus palabras y en sus actos, de sus creencias y valores cristianos, que su voz se pierde, desgraciadamente, y se ahoga en   la barahúnda.
 
Motivan a inspiran este mi comentario de hoy unas enseñanzas recientes del santo Padre, el Papa León, impartidas a una delegación de dirigentes políticos franceses que lo visitaban. El santo Padre les habló de política; y les dijo cosas que, al leerlas, me han hecho decir: ¡ah, si nuestros dirigentes escucharan esto y lo asumieran! He aquí algunas de las preciosas enseñanzas del Papa.
 
“Un mundo más justo, más humano y más fraterno, solo puede ser un mundo empapado por el Evangelio… Ante las desviaciones de todo orden que conocen nuestras sociedades occidentales, lo mejor que podemos hacer es volvernos a Cristo y pedir su ayuda para el desempeño de nuestras responsabilidades”. No cabe duda: ahí está el fundamento. La raíz última de todos nuestros males, la causa de que Colombia haya perdido el rumbo, está en que hemos vaciado de Evangelio la vida de la nación.

“No es fácil, para alguien elegido a un cargo, a causa de una laicidad mal entendida, actuar y decidir en coherencia con su fe en el ejercicio de sus responsabilidades públicas” Parece que el santo Padre hubiera vivido en Colombia… La laicidad legítima, que el Vaticano II reconoce y explica luminosamente en la Gaudium et Spes, y que ha quedado establecida en la Constitución del 91, ha sido confundida por muchos de nuestros dirigentes y gobernantes con un  laicismo grosero e intolerante, que niega e impide la relevancia política y cultural de la fe, busca descalificar el compromiso social y político de los cristianos…y por ese camino llega hasta la negación radical de la ética y de la ley natural (Cfr. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, Conferencia Episcopal,  N° 572)
 
Y esa mal entendida laicidad le ha servido al Gobierno para diseñar un país del que Dios está ausente; a los cuerpos legislativos y judiciales, -léase Congreso, Corte Constitucional, Juzgados…- para establecer normas y adoptar decisiones contrarias a lo preceptuado por Dios y a la misma Ley natural, que de Él procede; a muchos de nuestros dirigentes para acobardarse ante circunstancias en las que hubieran debido salir en defensas de los principios y exigencias de la moral cristiana.
 
Y sigue enseñando el Papa León : “El cristianismo no puede reducirse a una simple devoción privada; implica una forma de vivir en sociedad, marcada por el amor a Dios y al prójimo, que en Cristo ya no es un enemigo sino un hermano…No hay que extrañarse de que la promoción de pretendidos ´valores´, vaciados de Cristo, sean impotentes para cambiar el mundo” Escúchenlo los que pretenden que la religión es cosas privada…que la fe debe recluirse a las sacristías, que en el actuar político nada tiene que hacer la religión.
 
Para un político católico, la Doctrina social de la Iglesia no es opcional; ella está basada en la Ley natural, dice el Papa, que luego añade: “Estáis llamados a profundizar en la Doctrina social, que Jesús enseñó en el Evangelio, y a ponerla en práctica en el ejercicio de vuestros cargos y en la elaboración de las leyes…A los políticos les hace falta coraje, el coraje de decir ´no puedo¨ cuando la verdad está en juego.”
 
Y una última y punzante enseñanza del Papa: no se puede separar, en el político o el gobernante, la persona privada de la pública. “No hay separación en la personalidad de una persona pública, no existe por un lado el político y por otro el cristiano. Lo que sí debe existir es el hombre político que, bajo la mirada de Dios y de su conciencia, vive cristianamente sus responsabilidades” Abran los oídos los muchos que justifican, entre nosotros, conductas inconfesables de quien nos desgobierna y de sus adláteres, so pretexto de que eso pertenece al ámbito de su vida privada…
 
Nos espera un año electoral…Es nuestro deber, no lo olvidemos, analizar la vida y la ideología de los que pretenden recabar nuestro apoyo para ser elegidos para la presidencia de la República o para integrar el Congreso; en conciencia no podemos avalar con nuestro voto a quien, bien sea por sus ideas, bien por su vida, no encarna auténticos valores cristianos. Intensifiquemos nuestra oración por Colombia.