6 de agosto 2025. “Las ilusiones nos distraen, los
preparativos nos orientan” Audiencia Papa León XIV. «Prepárennos allí lo
necesario» (Marcos 14,15) Plaza de san Pedro
Queridos hermanos y hermanas,
Seguimos nuestro camino jubilar al descubrimiento del rostro
de Cristo, en el que nuestra esperanza toma forma y consistencia. Hoy
comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección
de Jesús. Iniciemos meditando una palabra que parece sencilla, pero que
custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar.
En el Evangelio de Marcos se cuenta que «el primer día de la
fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los
discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la
comida pascual?”». (Marcos 14,12). Es una pregunta práctica, pero también
cargada de expectación. Los discípulos intuyen que algo importante está a punto
de suceder, pero no conocen los detalles. La respuesta de Jesús parece casi un
enigma: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un
cántaro de agua.» (v. 13).
Los detalles se
vuelven simbólicos: un hombre que lleva un cántaro —gesto habitualmente
femenino en aquella época—, una sala en el piso superior ya preparada, un dueño
de la casa desconocido. Es como si todas las cosas hubieran sido preparadas de
antemano. De hecho, así es. En este episodio, el Evangelio nos revela que el
amor no es fruto del azar, sino de una elección consciente. No se trata de
una simple reacción, sino de una decisión que requiere preparación. Jesús no
afronta su pasión por fatalidad, sino por fidelidad a un camino acogido y
recorrido con libertad y cuidado. Esto es lo que nos consuela: saber que el don
de su vida nace de una intención profunda, no de un impulso repentino.
Esa «sala en el piso superior ya preparada» nos dice que Dios
siempre nos precede. Incluso antes de que nos demos cuenta de que
necesitamos acogida, el Señor ya ha preparado para nosotros un espacio donde
reconocernos y sentirnos sus amigos. Este lugar es, en el fondo, nuestro
corazón: una “sala” que puede parecer vacía, pero que solo espera ser
reconocida, llenada y custodiada.
La Pascua, que los discípulos deben
preparar, está en realidad ya preparada en el corazón de Jesús. Es Él quien lo
ha pensado todo, dispuesto todo, decidido todo. Sin embargo, pide a sus amigos
que hagan su parte. Esto nos enseña algo esencial para nuestra vida espiritual:
la gracia no elimina nuestra libertad, sino que la despierta. El don de
Dios no anula nuestra responsabilidad, sino que la hace fecunda.
Hoy, como entonces, hay una cena que preparar. No se
trata solo de la liturgia, sino de nuestra disponibilidad a entrar en un gesto
que nos supera. La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en
la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de
gracias. Prepararse para celebrar esta acción de gracias no significa hacer
más, sino dejar espacio. Significa quitar lo que estorba, rebajar las
pretensiones, dejar de cultivar expectativas irreales. Con demasiada
frecuencia, de hecho, confundimos los preparativos con las ilusiones. Las
ilusiones nos distraen, los preparativos nos orientan. Las ilusiones buscan
un resultado, los preparativos hacen posible un encuentro.
El amor verdadero
—nos recuerda el Evangelio— se da incluso antes de ser correspondido. Es un don
anticipado. No se basa en lo que recibe, sino en lo que desea ofrecer. Es lo
que Jesús vivió con los suyos: mientras ellos aún no entendían, mientras uno
estaba a punto de traicionarlo y otro de renegar de él, Él preparaba una
cena de comunión para todos.
Queridos hermanos y hermanas, también nosotros estamos
invitados a «preparar la Pascua» del Señor. No solo la litúrgica, sino también
la de nuestra vida. Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada
perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una
forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces
preguntarnos: ¿Qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén
listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás
renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer
paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está
dispuesto.
Si acogemos la invitación a preparar el lugar de la comunión
con Dios y entre nosotros, descubrimos que estamos rodeados de signos,
encuentros, palabras que nos orientan hacia esa sala, espaciosa y ya preparada,
en la que se celebra incesantemente el misterio de un amor infinito, que nos
sostiene y siempre nos precede. Que el Señor nos conceda ser humildes
preparadores de su presencia. Y, en esta disponibilidad cotidiana, crezca
también en nosotros esa confianza serena que nos permite afrontar todo con el
corazón libre. Porque donde se ha preparado el amor, la vida puede realmente
florecer. Fuente e Imagen de Vatican. Va.