8 de diciembre 2025. “El don de la Inmaculada es grande.
También es grande nuestro bautismo” Ángelus Regina Coeli Papa León XIV. Plaza
de san Pedro.
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta!
Hoy celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de
la Santísima Virgen María. Expresamos nuestra alegría porque el Padre Celestial
la quiso «completamente libre de la mancha del pecado original» (cfr. Beato Pío
IX, Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854), llena
de inocencia y santidad, para poder confiarle, para nuestra salvación, a
«su Hijo Unigénito [...] amado como a sí mismo».
El Señor concedió a María la gracia extraordinaria de un
corazón totalmente puro, preparándola para un milagro aún mayor: la venida al
mundo, como hombre, de Cristo Salvador (cf. Lucas 1,31-33). La Virgen lo
aprendió, con el asombro propio de los humildes, del saludo del ángel:
«¡Salve, llena de gracia! El Señor está contigo» (v. 28), y con fe respondió
«sí»: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (v. 38).
Comentando estas palabras, san Agustín afirma que «María
creyó, y en ella se cumplió lo que creía» (Sermo 215, 4). El don de la
plenitud de la gracia, en la niña de Nazaret, pudo dar fruto porque ella, en su
libertad, lo acogió abrazando el plan de Dios. El Señor siempre actúa así:
nos da grandes dones, pero nos deja libres para aceptarlos o no. Por eso,
añade Agustín: «Creamos también nosotros, para que lo que se cumplió [en ella]
nos beneficie también a nosotros» (ibid.). Así, esta fiesta, que nos alegra
ante la inmaculada belleza de la Madre de Dios, nos invita también a creer como
ella creyó, dando nuestro generoso asentimiento a la misión a la que el Señor
nos llama.
El milagro que tuvo lugar para María en su concepción se
renueva para nosotros en el Bautismo: lavados del pecado original, nos
convertimos en hijos de Dios, morada suya y templo del Espíritu Santo. Y así
como María, por gracia especial, pudo acoger a Jesús en su seno y entregarlo a
la humanidad, así también «el Bautismo permite que Cristo viva en nosotros y
que vivamos unidos a él, para colaborar en la Iglesia, cada uno según su
propia condición, en la transformación del mundo» (Papa Francisco, Catequesis,
11 de abril de 2018).
Queridos, el don de la Inmaculada Concepción es grande,
¡pero también lo es el don del Bautismo que hemos recibido! El
"sí" de la Madre del Señor es maravilloso, pero el nuestro también
puede serlo, renovándolo fielmente cada día, con gratitud, humildad y
perseverancia, en la oración y en obras concretas de amor, desde los gestos más
extraordinarios hasta los compromisos y servicios más cotidianos, para que
Jesús sea conocido, acogido y amado en todas partes, y su salvación llegue a
todos.
Pidamos esto al Padre hoy, por intercesión de la Inmaculada
Concepción, mientras rezamos juntos con las palabras en las que ella misma
creyó por primera vez. Fuente: Vatican. Va.
