26 de diciembre 2025 “El martirio es un nacer al cielo”
Ángelus Regina Coeli, Papa León XIV. Plaza de san Pedro.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy es el “día del nacimiento” de san Esteban, como solían
decir las primeras generaciones cristianas, seguras de que no se nace sólo una
vez. El martirio es un nacer al cielo: en efecto, una mirada de fe,
incluso en la muerte, ya no advierte sólo oscuridad. Venimos al mundo sin
decidirlo, pero luego pasamos por muchas experiencias en las que se nos pide
cada vez más conscientemente “venir a la luz”, elegir la luz.
El relato de los Hechos de los Apóstoles atestigua que
quienes vieron a Esteban ir hacia el martirio quedaron sorprendidos por la luz
de su rostro y por sus palabras. Está escrito: «los que estaban sentados en el
Sanedrín tenían los ojos clavados en él y vieron que el rostro de Esteban
parecía el de un ángel» (Hechos 6, 15). Es el rostro de quien no pasa
indiferente por la historia, sino que la afronta con amor. Todo lo que Esteban
hace y dice representa el amor divino que se manifestó en Jesús, la Luz que
brilló en nuestras tinieblas.
Queridos amigos, el nacimiento del Hijo de Dios entre
nosotros nos llama a la vida de los hijos de Dios; la hace posible, con un
movimiento de atracción experimentado, desde la noche de Belén, por
personas humildes como María, José y los pastores. Pero la belleza de Jesús y
de quienes viven como Él es además una belleza rechazada: precisamente por su
fuerza de atracción ha suscitado, desde el principio, la reacción de quienes
temen perder su poder, de quienes son desenmascarados en su injusticia por una
bondad que revela los pensamientos de los corazones (cf. Lucas 2, 35).
Sin embargo, hasta el día de hoy, ningún poder puede
prevalecer por encima de la obra de Dios. En todas partes del mundo existen
personas que eligen la justicia, aunque cueste; que anteponen la paz a sus
propios temores; que sirven a los pobres en lugar de a sí mismos. Precisamente,
entonces brota la esperanza y, a pesar de todo, tiene sentido hacer fiesta.
En las condiciones de incertidumbre y sufrimiento del mundo
actual, la alegría parecería imposible. Quienes hoy creen en la paz y han
elegido el camino desarmado de Jesús y de los mártires, son a menudo
ridiculizados, excluidos del debate público y, no pocas veces, acusados de
favorecer a adversarios y enemigos. Sin embargo, el cristiano no tiene
enemigos, sino hermanos y hermanas, que siguen siéndolo incluso cuando no se
comprenden entre ellos.
El Misterio de la Navidad nos trae esta alegría: una alegría
motivada por la tenacidad de quienes ya viven la fraternidad, de quienes ya
reconocen a su alrededor, inclusive en sus adversarios, la dignidad indeleble
de las hijas e hijos de Dios. Por eso Esteban murió perdonando, como Jesús:
por una fuerza más auténtica que la de las armas. Es una fuerza gratuita,
presente en el corazón de todos, que se reactiva y se comunica de manera
irresistible cuando alguien comienza a mirar a su prójimo de otra manera, a
ofrecerle atención y reconocimiento. Sí, esto es renacer, esto es volver nuevamente
a la luz, ¡esta es nuestra Navidad!
Dirijámonos ahora a María y contemplémosla bendita entre
todas las mujeres que sirven a la vida, que contraponen el cuidado a la
prepotencia, la fe a la desconfianza. Que María nos conduzca a su misma
alegría, una alegría que disipa todo temor y toda amenaza, así como la nieve se
derrite al sol. Fuente e Imagen de
Vatican. Va.
