Dos parábolas y un estado del Reino de Dios: Con la parábola de la semilla, el Hijo de Dios, explica que en su Reino llega a su plenitud sin obras espectaculares. Con la parábola del grano de mostaza nos explica Jesús la extensión que va a alcanzar el Reino de Dios, que llegará a todo el mundo. Jesús no sólo es el predicador del Reino sino quien lo realiza plenamente: su palabra es eficaz. Lo que él anuncia es el Reino de su Padre celestial, (cf. Lucas 8,1); lo que él hace es practicar la misericordia y la caridad con los demás, (cf. Marcos 1,34); el resultado de ese proceso es la conversión de cada persona que se pone al servicio de Dios en el mundo, (cf. Marcos 1, 31).
Jesucristo sabe lo que hace y sabe cómo hacerlo: Aprovecha el momento para educar y formar, “Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.” Ese es un método completo: El Hijo de Dios restaura la vida de cada persona y la convierte en ejemplo y servicio para los demás.
El Papa Francisco explica cómo va
creciendo el Reino de Dios: “El reino de Dios no se establece en el mundo
“por la violencia”, sino que “crece y se propaga con paciencia y mansedumbre”,
como el grano de mostaza que, a pesar de tener una apariencia humilde, lleva
dentro una fuerza capaz de transformar los corazones y el mundo. Jesús no
empuja a la conversión sembrando el miedo. °°° Jesús comenzó su predicación en
Galilea proclamando: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
conviértanse y crean en el Evangelio» (Catequesis, 6 de marzo, 2019).