9 de enero 2022. SUICIDIO… HOMICIDIO…. Autor: Padre, Mario García Isaza c.m. Formador, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. Por lo menos dos casos de eutanasia se han dado en Colombia en los últimos días. Por lo menos, digo, pensando en que probablemente hayan ocurrido otros a los que no se ha dado publicidad. Los que han sido objeto de previo anuncio, de posteriores comentarios, de entrevistas, generalmente superficiales, tanto a las dos personas a las que se les dio muerte como a familiares o amigos, son el de don Víctor Escobar y el de la señora Martha Sepúlveda. Uno y otra padecían enfermedades dolorosas, que acarreaban graves sufrimientos, pero que de acuerdo con el concepto médico, no tenían el carácter de enfermedad terminal. Y en referencia a ambos casos, nuestros irresponsables medios de comunicación y la mayoría de nuestros periodistas de radio, televisión y prensa escrita han dicho, poco más o menos, que “al fin lograron una muerte digna”…
¡Ah, la perfidia calculada,
o la cobardía vergonzosa en el empleo de los eufemismos para no llamar las
cosas por su nombre! ¡Ah, el poder diabólico del lenguaje enmascarado y
calculado, que poco a poco va anestesiando el juicio y la conciencia moral de
las personas, y permeando el pensamiento
y el sentir de la sociedad, para que ciertas aberraciones y determinadas
monstruosidades éticas vayan perdiendo su carácter de tales y terminen por ser
admitidas como cosa normal y hasta buena y encomiable! Es así como llegan a
convertirse en “derechos” actos criminales como el aborto, o en “humanismo y
piedad” delitos como el asesinato de un
enfermo.
¿Muerte digna? ¿Quiere decir, entonces, que la del enfermo
que fallece envuelto y confortado por la ternura de su entorno, rodeado por el
afecto de los suyos y por el abnegado empeño de quienes lo cuidan, - médicos ,
enfermeras, amigos…- que se valen de su sabiduría profesional y de los medios
que hoy brinda la medicina para
atemperar, hasta donde sea posible, sus dolores, es una muerte “indigna”?...¿Digna
la actuación de quien deliberadamente mata a otro, so pretexto de aliviar su
sufrimiento, y aunque él le haya pedido que lo mate?
No, y mil veces no.
Quien busca y se infiere su propia muerte, o pide a otros que se la causen, es
un suicida; y quien provoca deliberada y directamente la muerte de otro,
cualesquiera sean los pretexto que
alegue, es un homicida.
Valga la pena recordar lo que la Iglesia Católica nos
enseña, a la luz de la Revelación y de una visión cristiana del hombre. “Somos administradores y no propietarios de
la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella…. El suicidio
contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar la
vida…Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo…La cooperación voluntaria
al suicidio es contraria a la ley moral…” (C.E.C., 2280-2283) “Cuanto atenta contra la vida: homicidios de
cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado;…
todas estas prácticas y otras parecidas son en sí misma infamantes, degradan la
civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas, y son
totalmente contrarias al honor debido al Creador” (Vaticano. II, Gaudium et
Spes, 27)
“Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen
derecho a un respeto especial…Cualesquiera que sean los motivos y los medios,
la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas,
enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable… Una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la
muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a
la dignidad de la persona y al respeto al Dios vivo, su Creador. (C:E:C:,
2276-79) “Sólo Dios es Señor de la vida, desde su comienzo hasta su término:
nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo
directo a un ser humano inocente.” (Congregación para la doctrina de la Fe,
Instrucción sobre el respeto a la vida, febrero 22 de 1987, 5)
“La legislación civil de muchos Estados
atribuye hoy en día, ante los ojos de muchos, una legitimidad indebida a
ciertas prácticas. Se muestra incapaz de
garantizar una moralidad congruente con…las leyes no escritas grabadas
por el Creador en el corazón humano. Todos los hombres de buena voluntad deben
esforzarse, particularmente a través de su actividad profesional y del
ejercicio de sus derechos civiles para reformar las leyes positivas moralmente
inaceptables y corregir las prácticas ilícitas. Además, ante esas leyes se debe
presentar y reconocer la objeción de conciencia...Comienza a imponerse con
agudeza en la conciencia moral de muchos…la exigencia de una resistencia pasiva
frente a la legitimación de prácticas contrarias a la vida y a la dignidad del
hombre” (Ibid., 9)
La Corte
constitucional, - corte dictatorial la llama hoy en un excelente artículo que
leí en “La Linterna Azul”, el doctor Jesús Vallejo Mejía-, obcecada con el
pensamiento ateo de algunos de sus componentes, ha abierto ya y sigue ampliando
con sus criminales decisiones, caminos que nos van llevando a abismos
insospechables de perversión y de pecado contra el Decálogo y contra la ley natural, que también es ley de
Dios. Él, el Dios de la vida, nos
ampare, y tenga misericordia de quienes han sido asesinados. Correo del autor: magarisaz@hotmail.com