Jesucristo sana de todos los males, pero también es Maestro, así lo entiende el Papa Francisco, cuando evangeliza diciendo: sube sobre esa “cátedra” natural creada por su Padre celeste. Es este punto, Jesús, que sabe bien lo que va a hacer, pone a prueba a sus discípulos. ¿Qué hacer para dar de comer a toda esta gente? Felipe, uno de los Doce, hizo un cálculo rápido: organizando una colecta, se podrán recoger como máximo doscientos denarios para comprar pan, y aun así no bastaría para alimentar a cinco mil personas.
Los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica de comprar la sustituye con la del dar. (Ángelus, 26 de julio, 2015). «La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que ‘Dios ha visitado a su pueblo’ (Lucas 7,16) (cfr. Catecismo, # 1503).
Necesitamos el Pan de la Palabra, el Pan de los signos, el Pan de la Eucaristía. La dieta del futuro líder y apóstol de Dios se ha completado. Es una dieta perfectamente balanceada: el Pan de la Palabra de Dios se sirve en la Eucaristía, se proclama, se medita, se instala en el corazón del creyente, es la sabiduría de ese Dios que ofrece su Reino como principio de salvación. El Pan de los signos: muy necesario, porque somos seres eminentemente sensibles, necesitamos la experiencia, saber que con cinco panes y dos peces, comieron más de cinco mil personas, con la bendición de Dios y la fe se puede transformar el mundo.
Mas
que multiplicar los panes, nos llena de esperanza descubrir el espíritu que
llevó a esta multiplicación. La
misericordia de Dios, es una de las banderas en esa gran misión de salvar la
humanidad.
Esta misericordia la expresa a través de la contemplación de la pobreza, el
hambre, la desnudez, el cansancio, el abandono, la fidelidad de tantos hombres
y mujeres, que prefieren alimentarse de la Palabra de su Señor.