Un buen ejemplo alguien que sea modelo de apóstol y misionero, es Jesús de Nazaret. Él mismo es consciente de su propia misión, que no puede ser otra diferente a la de su Padre: “Aquí estoy oh Dios para hacer tu voluntad”. La misión de anunciar la Palabra, de vivir la Palabra, de defender la Palabra, de sembrar la Palabra, es la esencia de un discípulo misionero. Para Dios la libertad y el bienestar de cada persona es supremamente importante.
La clave es la “Buena Nueva”, que nos permita entender, que sólo en el conocimiento de la verdad, la vivencia de esa verdad y con base en la verdad, podremos encontrar el camino de la libertad. No en vano advertía el Maestro de Nazareth: “Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos. Conocerán la verdad y la misma verdad, los hará personas libres. (cfr. Juan 8, 31 - 32).
Quien se distingue como un buen discípulo no puede dejar de hablar de lo que ha visto y oído. (cfr. Hechos 4, 20). El Papa Francisco indica que para ser discípulo misionero, es importante “estar disponible al llamado de Dios, vivir unidos a Dios, dejarse guiar por el Espíritu de Dios, el testimonio de vida es básico. Hay que recordar: la misión no es proselitismo, es encuentro de personas, llevar hombres y mujeres hacia Dios” (Mensaje, 1 de octubre 2021).
El Padre Miguel Angel Martínez. C.Ss.R Arquidiócesis de Baltimore, hablando de los discípulos misioneros desde la perspectiva de la Quinta Conferencia Episcopal latinoamericana, celebrada en Aparecida, Brasil, decía: El Documento de Aparecida subraya con fuerza esta dimensión Cristocéntrica del seguimiento: “No fueron convocados para algo (purificarse, aprender la Ley…), sino para Alguien, elegidos para vincularse íntimamente a su Persona. Se trata de iniciar algo nuevo.
Por ello, un aspecto muy importante del aprendizaje vital de los
discípulos, es la comunión: los discípulos empezarán con Jesús una nueva
familia, un nuevo pueblo y un grupo que deberá ser signo profético y referente
de los valores del Reino por él anunciado. Lo esencial es siempre la persona de
Jesús, ya que la identidad del Maestro involucra totalmente la identidad del
discípulo.