El ayuno y la penitencia, tienen su razón de ser. Por ejemplo: “los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió. No los castigó. (Jonás 3, 1-5). Existen temas controversiales que no funcionan en una mente que no tiene suficiente experiencia de fe. Los escribas preguntan, quién puede perdonar pecados sino Dios.
Jesucristo responde el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados. (cfr. Marcos 2, 6-10). San Pablo y Bernabé recomendaban a los discípulos que se mantuvieran en la fe, en cada Iglesia instituían presbíteros y con oraciones y ayunos, dejaban en manos del Señor a los discípulos, ya que en él habían puesto su fe. (cfr. Hechos de Apóstoles 14, 21b-27 ).
Comer con pecadores, parece ser que no es una buena idea según los publicanos. (cfr. Marcos 2, 16). Los fariseos preguntan: ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? Jesucristo contesta, el Hijo del hombre, es el señor del sábado. (cfr. Marcos 2, 24-28). El Papa Francisco piensa que el ayuno debe llevar a la persona a renunciar a las cosas vanas, inútiles, a lo superfluo, para ir a lo esencial. (Mensaje 26 de febrero 2020). «Si tú quieres hacer penitencia hazla en paz. Pero tú no puedes por una parte hablar con Dios y por la otra hablar con el diablo, invitar al ayuno a los dos; es una incoherencia».
El Papa emérito Benedicto XVI enseña la importancia del ayuno diciendo: Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mateo 6,18).
Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al
término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,4). El
verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento
verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Juan 4,34). Si, por lo
tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de “no comer del árbol de la ciencia
del bien y del mal”, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a
Dios, confiando en su bondad y misericordia. (cfr. Mensaje cuaresmal, año
2009).