“Estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio» °°° Lucas 5, 12-16.
Jesucristo tiende la mano a los excluidos. Es un Dios cercano al hombre. No se puede formar una comunidad sin cercanía. No se puede plantear paz sin acercarse, ni se puede practicar el bien sin acercarse. Esa es la idea del Papa Francisco cuando nos pide pensar en la actitud de la cercanía con las demás personas, para poder evangelizar y cumplir con nuestra misión. (Homilía, 26 de junio 2015).
El apóstol san Pablo anuncia a un Cristo muy cercano a la gente, Jesucristo no excluye a nadie, es cercano a su gente: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz." (Filipenses 2, 5-8).
Dios no excluye a nadie; quiere
que todos nos salvemos y seamos felices junto a Él. No existe un pecado tan
grave que Dios no pueda perdonar; la generosidad de Dios no tiene límites.
Precisamente envió a su Hijo para anunciar la buena noticia de la salvación a
los que estaban más alejados y con historias personales más complicadas. Si
los seres humanos somos cerrados y excluyentes, Dios actúa de una manera muy
distinta. El Hijo de Dios es muy elocuente, y noble en sus sentimientos,
para acompañar a todas aquellas personas que son excluidas por causa de creer y
anunciar su nombre: Dice el Nazareno: Dichosos
cuando los hombres los odien, los excluyan de su compañía y los insulten, y aun
rechacen su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese
día y salten de júbilo.” °°° Lucas 6, 17. 20-26.
El Santo Padre Francisco en su
homilía del 21 de enero 2019, recomendaba las bienaventuranzas como un estilo
de vida muy propio del creyente, de aquella persona que verdaderamente cree y
ama a Jesucristo: “Si quieres saber cómo es el estilo cristiano, para no caer
en ese estilo acusatorio, en el estilo mundano y en el estilo egoísta, lee las
Bienaventuranzas”. “No es bienaventurado, quien agrede o somete a otra
persona.