ES
NECESARIO NACER DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU
Evangelio
Martes 26 de abril 2022
Padre,
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús
le dijo a Nicodemo: No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo
alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene
ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.» Respondió Nicodemo:
«¿Cómo puede ser eso?» Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no
sabes estas cosas? «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis
nuestro testimonio.” (Juan 3, 7-15).
Qué
puede significar para un creyente “nacer de nuevo”. Es la promesa del Maestro
de los maestros,
para con todos aquellos que deseen seguir su Palabra, asumir la misión, pensar
en su propia salvación. Afirma el Maestro: “El que no nace del agua y del
Espíritu” (Juan 3, 5). Es algo así como invitar a una persona a cambiar
tangencialmente su existencia en orden a ser un auténtico hijo de Dios en el
mundo. Es como un empezar de nuevo. Es aprender a llevar una vida acorde
con las luces y las gracias del Espíritu Santo. Es atender los susurros del
Espíritu Santo. Es convertirse en luz del mundo. (cfr. Mateo 5, 14).
El
Papa Francisco explica muy bien la esencia del cristianismo: “El
cristianismo es una persona, una persona elevada en la Cruz, una persona que se
aniquiló a sí misma para salvarnos; se ha hecho pecado. Y así como en el
desierto ha sido elevado el pecado, aquí que se ha elevado Dios, hecho hombre y
hecho pecado por nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí. No se
entiende el cristianismo sin comprender esta profunda humillación del Hijo de
Dios, que se humilló a sí mismo convirtiéndose en siervo hasta la muerte y
muerte de cruz, para servir. (Cfr. Homilía, 8 de abril de 2014, en casa Santa
Marta).
El
Maestro abre a todos los hombres y mujeres, las fuentes del bautismo: La sangre
y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cfr. Juan
19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida
nueva (cfr. 1 Juan 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y
del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Juan 3,5).”
Nuestra
Iglesia Católica nos enseña que: Los sacramentos están ordenados a la
santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo, a dar
culto a Dios. Suponen la fe, la
alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y acciones; por
esta razón se llaman sacramentos. (cfr. Concilio Vaticano II, Sacrosanctum
Concilium, 59). El bautismo es un sacramento de la fe. Nos convierte en Hijos
de Dios. Es gracia de Dios. Nos configura con Cristo. Nos hace miembros de la
Iglesia.