LA RAZÓN LA TIENE DIOS
Evangelio. JUEVES 7 DE ABRIL 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
La razón la tiene la Palabra de Dios. Afirma el texto sagrado: “En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.» Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: "Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás." ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?» °°° (Juan 8, 51-59).
El Espíritu de Dios tiene la
última palabra. Nada podemos hacer si no es con la ayuda del Espíritu.
Quienes se han dejado guiar por el Espíritu, han alcanzado la gloria de la
santidad. Han podido entender que quien guarda la Palabra de Dios no verá la
muerte eterna. Ser discípulo de Cristo no es estar sometido a preceptos y
leyes, es dejarse guiar por el viento impetuoso del Espíritu Santo.
La obra del Maestro de Nazareth, continúa
su rumbo gracias al Espíritu del Padre celestial. Lo que no entendemos, lo
que no podemos, aquello que causa desacierto, encontrará su solución gracias a
la asistencia del Espíritu Santo. Será
el que consolará, asistirá, defenderá, protegerá a los Apóstoles, a la Iglesia
y a nosotros mismos.
Augusto Cury, Psiquiatra brasileño,
afirmaba: “El Maestro se da cuenta que el alma humana está enferma por la
impaciencia, la rigidez, la intolerancia, la dificultad para contemplar lo
bello, la incapacidad de darse sin esperar la contrapartida del retorno. “El
que no ama, no guarda mis palabras” (Juan 14, 24).
El Papa emérito Benedicto
XVI propone la esperanza como virtud para aceptar y vivir la Palabra según el
Espíritu del creador: no se puede vivir sin esperanza. La experiencia
muestra que cada cosa, y nuestra misma vida corren riesgo, pueden derrumbarse
por cualquier motivo. Es normal: todo lo que es humano, y por tanto la
esperanza, no tiene fundamento en sí mismo, sino que necesita una “roca” a la
que anclarse.
De ahí que Pablo escriba que la esperanza humana, los cristianos
están llamados a fundarla en el “Dios vivo”. Sólo en Él se convierte en segura
y fiable. Es más, sólo Dios, que en Jesús nos ha revelado la plenitud de su
amor, puede ser nuestra firme esperanza. En Él, nuestra esperanza, hemos sido
de hecho salvados (cfr. Romanos 8,24). (Homilía, 2 de abril 2009).