Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Dice el
santo Evangelio: “Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en
adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas
mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de
qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la
tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» °°°
Juan 8, 1-11.
El
juicio imprecativo y ofensivo nunca ha servido como medio de evangelización,
como inquisición ante los errores que cometen las personas, como pena de
muerte a quien no cumpla con esa ley establecida. La corrección fraterna que nace del amor al
hermano y la necesidad de desear lo mejor para los demás, es el camino que
indica Dios en su Reino:
El Hijo de Dios actúa conforme al pensamiento de su
Padre celestial y no conforme a la forma común de pensar en hombres y mujeres. El
Nazareno no acepta la pena de muerte como remedio de conversión. Él se
opone a la mentalidad humana. (cfr. Deuteronomio 22, 23-24). Su principio es el
amor y el perdón: El Maestro propone la caridad y la misericordia: “Tampoco yo
te condeno. Vete y en adelante no peques más “. (Juan 8, 11).
No es del orden de la caridad
sacarle en cara a los demás sus debilidades, gozarse del dolor ajeno,
compararse con los demás, tomar como punto de reflexión los errores de quienes
nos rodean; eso, no construye ni edifica a nadie. De acuerdo al Catecismo de nuestra Iglesia
Católica, La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como
referido a la globalidad de la sexualidad humana. (# 2336).
San Juan Pablo II, Papa, define y proyecta
perfectamente la enseñanza de la teología moral sobre el ser humano. Se trata
de la teología del cuerpo. Dice el santo padre: la persona no puede vivir su
amor ni expresarlo si no es en y a través de su cuerpo sexuado. Por eso las
catequesis se centran en la búsqueda del significado del cuerpo humano marcado
por la masculinidad y feminidad. Es la sexualidad la que sostiene la conciencia
y expresa en el cuerpo la vocación al amor.
El catecismo católico recomienda
la virtud de la templanza y el dominio de sí ante la vivencia de la
sexualidad humana: “El dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca
se la considerará adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo
reiterado en todas las edades de la vida (cfr. Tito 2, 1-6). El esfuerzo
requerido puede ser más intenso en ciertas épocas, como cuando se forma la
personalidad, durante la infancia y la adolescencia.” (# 2342).