LA
LEY DE DIOS: JUSTICIA, CARIDAD, MISERICORDIA
Evangelio
Miércoles 8 de junio 2022
Padre,
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“El
Maestro dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los
Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el
cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que
todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños
y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos.”
Mateo 5, 17-19.
La liberación es una idea genial
que se le ocurre a Jesús de Nazareth, cuando le plantea a la humanidad, pensar
más en la lógica de Dios y menos en el juicio imprecativo de los seres humanos.
Liberarse implica cumplir la ley de la verdad y del amor. La liberación que
plantea Dios, es una liberación del pecado, es búsqueda de la santidad, es
conversión radical, es vivir la justicia, la caridad y el amor. Es muy
diferente en su apreciación la ley de Dios y la ley de los seres humanos. El
salmo 18 de la Sagrada Escritura define la ley de Dios: “La ley del Señor es
perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al
ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del
Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y
eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente
justos.”
Jesucristo no permite que alguien
utilice la ley de Dios para condenar a los demás, mas aún cuando aquel que
pretende condenar es igual o un superior pecador. Razón suficiente tiene el
Papa Francisco cuando enseña que: Jesús revoluciona y sacude fuertemente
aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios. Él, sin
embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud,
declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión;
declarando que Dios no se complace en la observancia del sábado que
desprecia al hombre y lo condena; o cuando ante la mujer pecadora, no la
condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que estaban ya
preparados para lapidarla sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley de Moisés. Lo
que Dios quiere es que todos los hombres y mujeres se salven. Misericordia
quiero, no sacrificios”. (Homilía, 15 de febrero 2015).
Un buen conocedor de la ley de
Dios, comparte los mismos ideales de su fe: “¿De qué le vale al hombre
ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?” (Mateo 16, 26). Quien
tenga compasión de los demás, quien no descarte a los demás, quien se apiade y
practique la misericordia de los demás, ese cumple perfectamente con la ley de
Dios. (cfr. Un buen samaritano, Lucas 10, 25-37). Llegará a la vida eterna
aquella persona que cumpla con la ley de Dios. Amar a Dios y a los demás, se
amará y estimará todo lo que Dios le ha dado.