3 de junio de 2022

NADIE DEBE SENTIR ENVIDIA DE OTRA PERSONA Evangelio Sábado 4 de Junio 2022


NADIE DEBE SENTIR ENVIDIA DE OTRA PERSONA         
Evangelio Sábado 4 de junio 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿Quién es el que te va a entregar?» Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿Qué te importa? Tú, sígueme.» °°° Juan 21, 20-25.

            Aprendemos una buena lección, meditando la pedagogía y la manera de hablar de Jesús de Nazareth: Ninguna persona se debe comparar con los demás. Ninguna persona se debe sentir inferior o superior a los demás. Ninguna persona se debe sentir juez de los demás. Ninguna persona debe avanzar y entrar en el espacio de los demás. Nadie debe sentir envida de ninguna persona. Parece una recomendación de tipo psicológico o quizás una enseñanza de normas de urbanidad, pero no. Jesucristo reprende a su discípulo amado y lo interroga: “Si yo quiero, él seguirá presente hasta mi vuelta y eso no es cosa tuya. ¡Tú sígueme!” (Juan 21, 22).  El único que tiene autoridad para indicarle a una persona, cuál es su misión, o cuál es su deber, se llama: El Hijo de José y María. Un buen camino para ser un buen discípulo de Jesucristo es que cada persona respete, el carisma, el itinerario y el quehacer de los demás. 

            La teología moral de la Iglesia católica define la envidia como la contrariedad o tristeza ante el bien de los demás. El envidioso se aflige ante la felicidad de los demás, se siente molesto, no tolera que haya personas mejores que él, más inteligentes que él, más apostólicos que él. La envidia se opone directamente a la caridad. En lugar de desearle el bien a los demás, induce a la persona a maltratar, incluso hasta finiquitar la vida del otro. La envidia, engendra, odio. Es muy triste recordar la muerte de Abel por envida de Caín. (cfr. Génesis 37, 28). Los fariseos, sentían envidia del Hijo de Dios, lo acusaron, lo persiguieron, no toleraban escuchar su gracia y su sabiduría. Existen dos buenos remedios para combatir la envidia: La virtud de la humildad, que corta de raíz este pecado capital. La práctica de la caridad fraterna: “se ama a alguien, nunca se le envidia”.

            El Papa Francisco advierte que: “La envidia y los celos, son sentimientos “criminales, que buscan asesinar”, son “la semilla de la guerra”, “una carcoma que te corroe por dentro”. El celoso es incapaz de ver la realidad y sólo un hecho muy fuerte puede hacerle abrir los ojos”. Por ejemplo: “Los celos llevaron a Saúl a creer que David era un asesino, un enemigo”. (cfr. 1 Samuel 18, 6 – 19,7).

“También nosotros, cuando nos viene la envidia, los celos, actuamos así. Que cada uno de nosotros piense: ‘¿Por qué esta persona me es insoportable? ¿Por qué a aquella otra no la puedo ni ver? “cuando somos antipáticos con una persona y preguntarnos: ¿Qué es lo que hay dentro de mí? ¿Hay una carcoma de celos que crece porque él tiene algo que yo no tengo, o hay una rabia escondida?”. (Homilía, 24 de enero, 2020).