19 de noviembre de 2024

UNA POLÍTICA INMORAL Padre Mario García Isaza


19 de noviembre 2024.
UNA POLÍTICA INMORAL Autor: Mario García Isaza c.m Formador Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué
magarisaz@hotmail.com 
La autoridad está puesta “para castigar a los que obran el mal y para alabanza de los que obran el bien” (I. P., 2,14)
Para salvaguardar el bien común, la autoridad legítima tiene el derecho y el deber de imponer penas proporcionadas a la gravedad del delito” (Catecismo de la Iglesia, 2226 – Doctrina Social de la Iglesia, 402)
El Estado tiene la tarea de reprimir los comportamientos lesivos de los derechos del hombre y de las reglas fundamentales de la convivencia, y remediar, mediante el sistema de penas, el desorden causado por la acción delictiva” (San Juan Pablo II, discurso a la Asociación Italiana de Magistrados)
 
He traído estas citas, y podría aducir otras mil, para iluminar y  fundamentar el comentario que quiero hacer a propósito de   realidades y acciones que se dan en Colombia,  que provienen del alto gobierno, y que a la luz de la moral resultan absolutamente inaceptables.
El que, para desgracia de la patria, nos desgobierna, acaba de nombrar dizque “gestores de paz” a casi veinte sujetos sindicados de los más abominables crímenes. Es un hecho más en la serie de los que vienen dándose desde hace tiempo en Colombia, orientados a establecer como política oficial, en el tratamiento que se da a los criminales, la más abominable y repulsiva impunidad. Política que entraña una profunda e innegable inmoralidad.
 
Y que comenzó a practicarse entre nosotros desde hace tiempo; en la raíz de la pervivencia de los violentos y de los corruptos entre nosotros, está el hecho de que el delito y el crimen no reciben el condigno castigo. Cuando el gran traidor, - el de la palomita blanca en la solapa, el detentor de un prostituido premio Nobel, - premió los crímenes abominables de Timo y compañía con curules parlamentarias y jugosos sueldos…perdimos el rumbo de la justicia. Y en lo que va corrido del actual régimen, esa aberración, la de establecer como política no solo la simple impunidad, sino el otorgamiento de dádivas a quienes delinquen, se ha vuelto el ominoso pan de cada día.
 
En la más elemental deontología política, es claro que el ejercicio de la autoridad no es negociable; no es admisible que quien detenta la autoridad abdique de su ejercicio; por el contrario, tiene la obligación perentoria de imponer el respeto a la ley y a los derechos fundamentales de sus gobernados; y debe procurarlo, cuando ello es posible, por medio de la persuasión, del  diálogo firme, de la llamada al orden; pero cuando, por la contumacia y la artería de los delincuentes,  esos caminos no  resultan eficaces,  ha de lograr el objetivo por el empleo legítimo de la fuerza; para eso existe el régimen punitivo del Estado.
 
Exaltar con el título de gestores de paz a personajes que cargan un prontuario criminal realmente espantoso, constituido por miles de asesinatos, secuestros, desapariciones, desplazamientos, depredaciones y abusos sexuales innombrables, torturas, tráfico de estupefacientes…, es realmente algo execrable; con todo lo que eso supone: que los que están tras las rejas – como deberían estar todos – sean liberados; que todos ellos se anden orondos, frente a la tristeza infinita de sus innumerables víctimas; que corramos el riesgo de que algunos se burlen de nosotros, 

como, por ejemplo, lo ha hecho el que lleva el remoquete de “Gafas”, criminal depravado  que, nombrado por el señor Petro como gestor de paz, y excarcelado en virtud de ese nombramiento, ahora sigue imponiendo la muerte y estableciendo su régimen de sangre y miedo en las martirizadas tierras del Cauca, al mando de  bloque Jacobo Arenas y al servicio del perverso Iván Mordisco…
 
Lo que está haciendo el que en mala hora nos preside, ha declarado con toda razón doña Iris Marín, Defensora del Pueblo, “envía un mal mensaje, tanto a las víctimas como a los que comenten graves delitos”. Y, con no menos acierto, la columnista Diana Saray ha estampado: “Presidente Petro, usted les está tendiendo la mano a los más grandes asesinos de Colombia; nada bueno puede salir de esto
 
El señor Petro ha dicho últimamente, sin ruborizarse siquiera, y mostrando su irrespeto por una sentencia judicial absolutoria, simplemente porque su beneficiario es alguien a quien él odia visceralmente : “la impunidad no nos lleva sino a más violencia”. ¡Grande e irrebatible verdad! Sí, Petro, tiene usted toda la razón: por la impunidad de que usted mismo goza, y por la que está otorgando a los más aviesos criminales, Colombia va camino al abismo.
Una vez más, ¡Dios nos tenga de su mano misericordiosa!