19 de noviembre 2024. UNA POLÍTICA INMORAL Autor: Mario García Isaza c.m Formador Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. magarisaz@hotmail.com
La
autoridad está puesta “para castigar a los que obran el mal y para alabanza de
los que obran el bien” (I. P., 2,14)
“El Estado tiene la tarea de reprimir los comportamientos
lesivos de los derechos del hombre y de las reglas fundamentales de la
convivencia, y remediar, mediante el sistema de penas, el desorden causado por
la acción delictiva” (San Juan Pablo II, discurso a la Asociación Italiana de
Magistrados)
He traído
estas citas, y podría aducir otras mil, para iluminar y fundamentar el comentario que quiero hacer a
propósito de realidades y acciones que
se dan en Colombia, que provienen del alto
gobierno, y que a la luz de la moral resultan absolutamente inaceptables.
El que,
para desgracia de la patria, nos desgobierna, acaba de nombrar dizque “gestores
de paz” a casi veinte sujetos sindicados de los más abominables crímenes. Es un
hecho más en la serie de los que vienen dándose desde hace tiempo en Colombia,
orientados a establecer como política oficial, en el tratamiento que se da a
los criminales, la más abominable y repulsiva impunidad. Política que entraña una profunda e innegable inmoralidad.
Y que
comenzó a practicarse entre nosotros desde hace tiempo; en la raíz de la
pervivencia de los violentos y de los corruptos entre nosotros, está el hecho
de que el delito y el crimen no reciben
el condigno castigo. Cuando el gran traidor, - el de la palomita blanca en
la solapa, el detentor de un prostituido premio Nobel, - premió los crímenes
abominables de Timo y compañía con curules parlamentarias y jugosos sueldos…perdimos
el rumbo de la justicia. Y en lo que va corrido del actual régimen, esa
aberración, la de establecer como
política no solo la simple impunidad, sino el otorgamiento de dádivas a
quienes delinquen, se ha vuelto el ominoso pan de cada día.
En la más
elemental deontología política, es claro que el ejercicio de la autoridad no es negociable; no es admisible que
quien detenta la autoridad abdique de su ejercicio; por el contrario, tiene
la obligación perentoria de imponer el respeto a la ley y a los derechos
fundamentales de sus gobernados; y debe procurarlo, cuando ello es posible, por
medio de la persuasión, del diálogo
firme, de la llamada al orden; pero cuando, por la contumacia y la artería de
los delincuentes, esos caminos no resultan eficaces, ha de lograr el objetivo por el empleo
legítimo de la fuerza; para eso existe el régimen punitivo del Estado.
Exaltar con el título de gestores de paz a
personajes que cargan un prontuario criminal realmente espantoso, constituido por miles de
asesinatos, secuestros, desapariciones, desplazamientos, depredaciones y abusos
sexuales innombrables, torturas, tráfico de estupefacientes…, es realmente algo execrable; con todo
lo que eso supone: que los que están tras las rejas – como deberían estar todos
– sean liberados; que todos ellos se anden orondos, frente a la tristeza
infinita de sus innumerables víctimas; que corramos el riesgo de que algunos se
burlen de nosotros,
como, por ejemplo, lo ha hecho el que lleva el remoquete de
“Gafas”, criminal depravado que,
nombrado por el señor Petro como gestor de paz, y excarcelado en virtud de ese
nombramiento, ahora sigue imponiendo la muerte y estableciendo su régimen de
sangre y miedo en las martirizadas tierras del Cauca, al mando de bloque Jacobo Arenas y al servicio del
perverso Iván Mordisco…
Lo que está
haciendo el que en mala hora nos preside, ha declarado con toda razón doña Iris
Marín, Defensora del Pueblo, “envía un mal mensaje, tanto a las víctimas como a
los que comenten graves delitos”. Y, con no menos acierto, la columnista Diana
Saray ha estampado: “Presidente Petro, usted
les está tendiendo la mano a los más grandes asesinos de Colombia; nada bueno
puede salir de esto”
El señor
Petro ha dicho últimamente, sin ruborizarse siquiera, y mostrando su irrespeto
por una sentencia judicial absolutoria, simplemente porque su beneficiario es
alguien a quien él odia visceralmente : “la
impunidad no nos lleva sino a más violencia”. ¡Grande e irrebatible verdad!
Sí, Petro, tiene usted toda la razón: por la impunidad de que usted mismo goza,
y por la que está otorgando a los más aviesos criminales, Colombia va camino al abismo.
Una vez
más, ¡Dios nos tenga de su mano misericordiosa!