Evangelio sábado 2 de noviembre 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Cuando Marta supo que había
venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo
Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» Le respondió
Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» Jesús le
respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá.”
Juan 11, 17-27
Nuestra Iglesia Católica nos enseña que la muerte es
el final de la vida terrena. La muerte fue transformada por Cristo. Jesús,
el Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición humana. Pero,
a pesar de su angustia frente a ella (cfr. Marcos 14, 33-34; Hebreos 5, 7-8),
la asumió en un acto de sometimiento total y libre a la voluntad del Padre. La
obediencia de Jesús transformó la muerte en bendición (cfr. Romanos 5, 19-21).
Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido
positivo. "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia"
(Filipenses 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él,
también viviremos con él" (2 Timoteo 2, 11). La novedad esencial de la
muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya
sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si
morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con
Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a Él en su acto redentor.
(Catecismo Iglesia Católica, 1005 – 1014).
La muerte se convirtió en vida eterna, la vida
logró el curso que ella tuvo desde un principio, Dios es el Dios de la vida, el
Dios de la esperanza, el Dios de la gloria, el Dios de la paz eterna. Sólo
quien tiene fe vive su propia vida de cara al resucitado. “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo
aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente". (Juan 11, 25-26).
El Papa Francisco enseña que la muerte es
el abrazo con el Señor, para ser vivido con esperanza. El Señor nos dice
que estemos preparados para el encuentro, la muerte es un encuentro: es Él
quien viene a encontrarnos, es Él quien viene a tomarnos de la mano y llevarnos
con él. (cfr. Homilía, 29 de noviembre, 2019).
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