3 de noviembre 2024. “La fuente de todo es el amor” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Plaza de san Pedro. ¡Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo!
El Evangelio
de la liturgia de hoy (Marcos 12, 28-34) nos habla de una de las muchas
discusiones que Jesús tuvo en el templo de Jerusalén. Uno de los escribas se
acerca y le pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (v. 28).
Jesús responde poniendo juntas dos palabras fundamentales de la ley mosaica:
«amarás al Señor, tu Dios» y «amarás a tu prójimo» (vv. 30-31).
Con su
pregunta, el escriba busca “el primero” de los mandamientos, es decir un
principio que esté en la base de todos los mandamientos; los judíos tenían
muchos preceptos y buscaban la base de todos, uno que fuera el fundamental; trataban de ponerse de acuerdo sobre uno
fundamental, y había discusiones entre ellos, discusiones buenas porque
buscaban la verdad.
Y esta
pregunta es esencial también para nosotros, para nuestra vida y para el camino
de nuestra fe. También nosotros, de hecho, a veces nos sentimos perdidos en
tantas cosas y nos preguntamos: pero, al final, ¿cuál es la más importante de
todas? ¿Dónde puedo encontrar el centro de mi vida, de mi fe? Jesús nos da la
respuesta, uniendo estos dos mandamientos que son los principales: «Amarás al Señor tu Dios» y «amarás a tu prójimo». Y esto es un poco
el corazón de nuestra fe.
Todos
nosotros – lo sabemos - necesitamos volver al corazón de la vida y de la fe,
porque el corazón es «la fuente y la raíz de todas sus demás potencias,
convicciones» (Encíclica Dilexit nos, 9). Y Jesús nos dice que la fuente de todo es el amor, que no
debemos nunca separar a Dios del hombre. Al discípulo de todo tiempo el Señor
dice: en tu camino lo que cuenta no son las prácticas exteriores, como los
holocaustos y los sacrificios (v. 33),
sino la disposición del corazón con la
que tú te abres a Dios y a los hermanos en el amor. Hermanos y hermanas,
nosotros podemos hacer muchas cosas, ciertamente, pero hacerlas solo para
nosotros mismos y sin amor, y esto no está bien; hacerlas con el corazón
distraído o con el corazón cerrado, y esto no está bien. Todas las cosas deben ser hechas con el amor.
El Señor
vendrá y en primer lugar nos preguntará sobre el amor: “¿Cómo has amado?”. Por
eso es importante fijar en el corazón el mandamiento más importante. ¿Cuál es?
Ama al Señor tu Dios y ama al prójimo como a ti mismo. Y todos los días hacer
nuestro examen de conciencia y preguntarnos:
¿el amor por Dios y por el prójimo es el centro de mi vida? ¿Mi
oración a Dios me empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad?
¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?
La Virgen
María, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, nos ayude a
amar al Señor y a los hermanos. Fuente: Vatican. Va.