1 de febrero 2025
LA ESPERANZA NO
DEFRAUDA
Romanos 5, 5
El Papa Francisco nos pide a todos
los católicos que dediquemos el año 2025 a reflexionar, a pensar, a meditar, a
tener un buen clima de oración, para ganar el jubileo con el tema de la virtud
de la esperanza.
El Papa nos recomienda: Debemos
mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno
recupere la fuerza y la certeza de mirar
al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud.
Orientador: Padre Jairo Yate
Ramírez
Arquidiócesis de Ibagué.
El Papa Francisco a través
de una carta dirigida a Monseñor, Rino Fisichella, presidente del pontificio
consejo para la promoción de la nueva evangelización, nos ofrece
recomendaciones para vivir el jubileo.
Dice el santo Padre: “Debemos
mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo
lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al
futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras.
El próximo Jubileo puede ayudar mucho
a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo
renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la
Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de
la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la
pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños
vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos
refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras.”
A continuación comparto lo siguiente:
He organizado una serie de ideas
tomadas del pensamiento de los papas: Benedicto XVI y Francisco. La Sagrada
Escritura, reflexiones que nos sirvan para compartir con los demás este momento
tan importante para nuestra Iglesia Católica. Demos respuesta a las siguientes
preguntas:
¿Qué
es un jubileo? Es un año especial dedicado al perdón, a la reconciliación,
a practicar obras de caridad y misericordia. Es un año de gracia concedido por
Dios.
¿Desde
cuándo se celebra el jubileo? En la
Antigua Alianza narrada por la santa Biblia, en la tradición judía existía la
costumbre de celebrar la liberación del pueblo de Israel ante la esclavitud. La
palabra “Jobel” la utilizaba la cultura judía para indicar el comienzo del día
de la expiación. (cfr. Éxodo 25, 10-13).
Nuestra Iglesia Católica desde el
año 1300, en tiempos del Papa Bonifacio VIII proclamó el primer año santo.
Desde el punto de vista ordinario, los Papas han declarado el año santo o
jubileo cada 25 años.
Desde lo extra ordinario un Papa lo puede declarar en ocasiones
especiales. El Jubileo más reciente en la historia nuestra, lo propuso el Papa
san Juan Pablo II a través de la Bula: “Incarnationis Mysterium” Con la mirada
puesta en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, la Iglesia se prepara
para cruzar el umbral del tercer milenio. Gran Jubileo del año 2000.
El Papa Francisco proclamó un Jubileo extra ordinario con la Bula:
“Misericordiae Vultus” Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El 11 de abril del año 2015.
Actualmente nuestro Papa
Francisco ha propuesto el Jubileo de la Esperanza para el año 2025. Con la
Bula: “Spes non confundit” «la esperanza no defrauda» (Romanos 5, 5). “Todos
esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa
del bien.”
¿Cómo puedo aprovechar bien este
año jubilar?
El Vaticano propone
para los fieles católicos durante este año 2025 intensificar la oración y el
encuentro con Dios. Volver sobre las 38 catequesis del Papa Francisco sobre el
tema de la oración, expuestas del 6 de mayo del año 2020 al 16 de junio del año
2021.
¿Cómo puedo ganar las gracias del
Jubileo?
La Iglesia recomienda:
“Culmen del Jubileo es el encuentro con Dios Padre por medio de Cristo
Salvador, presente en su Iglesia, especialmente en sus Sacramentos. Por esto,
todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de
partida y de llegada la celebración del sacramento de la Penitencia y de la
Eucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación:
éste es el encuentro transformador que abre al don de la indulgencia para uno
mismo y para los demás.
Después de haber celebrado
dignamente la confesión sacramental, que de manera ordinaria, según el can. 960
del CIC y el can. 720, § 1 del CCEO, debe ser en su forma individual e íntegra,
el fiel, una vez cumplidos los requisitos exigidos, puede recibir o aplicar,
durante un prudente período de tiempo, el don de la indulgencia plenaria. Oración
por las intenciones del Romano Pontífice, así como por las obras de caridad y
de penitencia. Visita a un santuario. (cfr. Bula san Juan Pablo II año 2000).
LA ESPERANZA NO DEFRAUDA
¿CUÁLES SON LOS DESEOS DEL PAPA?
Que la virtud de la esperanza, sea
el tema del jubileo de todos nosotros los católicos para el año 2025
El lema es: “La Esperanza no
defrauda” (Romanos 5, 5).
Que pueda ser para
todos unos momentos de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta»
de salvación (cfr. Juan 10, 7.9)
¿QUÉ NOS ENSEÑA EL APÓSTOL SAN PABLO?
De acuerdo a lo
escrito en la carta a los Romanos podemos pensar en las siguientes ideas:
La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que
brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz
La esperanza
cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda,
porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca
del amor divino
Si existe la esperanza en nuestro corazón nadie
podrá apartarnos de Cristo. “¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? (Romanos
5, 35.
Pero en todo esto salimos vencedores
gracias a aquel que nos amó. (Romanos 5, 37)
Tenemos conciencia que los momentos difíciles
de la vida pueden lastimar nuestra esperanza. Dice el apóstol: sabemos que la tribulación produce la constancia; la
constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza» (Romanos 5, 3-4).
(cfr. Papa Francisco, Bula, Spes non confundit, Números 1-4)
SOCIALIZACIÓN
Pensemos en los signos de la Esperanza
El Papa Francisco propone los
siguientes signos:
los signos
de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la
presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de
esperanza.
PRIMER
SIGNO
Que el
primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a
encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra
«trabajan
por la paz» podrán ser «llamados hijos de Dios» (Mateo 5,9).
SEGUNDO SIGNO
Mirar el
futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de
entusiasmo para compartir con los demás
TERCER SIGNO
La apertura
a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el
Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres
CUARTO
SIGNO
Necesitamos
recuperar la alegría de vivir, porque el ser humano, creado a imagen y
semejanza de Dios (cfr. Génesis 1, 26), no puede conformarse con sobrevivir o
subsistir mediocremente
QUINTO SIGNO
Nunca olvidar nuestra
responsabilidad con los pobres, los enfermos, los ancianos, los migrantes, los
jóvenes. Todos ellos merecen que la sociedad los mire con esperanza. (cfr. Papa
Francisco, Bula, Spes non confundit, Números 7-16)
TRABAJO EN GRUPO
Leamos, meditemos y propongamos
conclusiones del siguiente texto bíblico
“Habiendo, pues,
recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro
Señor Jesucristo,
por quien hemos obtenido también,
mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos
gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Más aún; nos gloriamos
hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la
paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza,
y la esperanza no falla, porque el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.”
(Romanos 5, 1-5).
¿QUÉ SABEMOS SOBRE LA VIRTUD DE
LA ESPERANZA?
LO PRIMERO
Existe una relación. El Papa
Francisco no enseña: La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el
tríptico de las “virtudes teologales”, que expresan la esencia de la vida
cristiana.
LO SEGUNDO
El apóstol san Pablo advierte: Ahora
subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas
ellas es la caridad. (1 Corintios 13, 13)
LO TERCERO
Pablo, Silvano y Timoteo anuncian a
la Iglesia de los Tesalonicenses: Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la
obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra
esperanza en Jesucristo nuestro Señor. (1 Tesalonicenses 1, 3).
LO CUARTO
San Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza,
a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cfr. Romanos
12, 12).
LO QUINTO
La
Esperanza guarda una relación con la vida eterna. «Creo en la vida eterna»
: así lo profesa nuestra fe y la esperanza cristiana encuentra en estas
palabras una base fundamental. La esperanza, en efecto, «es la virtud teologal
por la que aspiramos […] a la vida eterna como felicidad nuestra».
LO SEXTO
San Pablo de una manera sintética no
permite saber, cuál es el núcleo de
nuestra Esperanza: “«Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo
recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue
sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a
Pedro y después a los Doce» (1 Corintios 15, 3-5).
SOCIALICEMOS
¿Cómo
podemos explicar la vida eterna desde la Esperanza?
El Papa Francisco nos enseña: ¿Qué será de nosotros, entonces, después de
la muerte? Más allá de este umbral está la vida eterna con Jesús, que consiste
en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor
infinito. Lo que ahora vivimos en la
esperanza, después lo veremos en la realidad.
(cfr. Papa Francisco, Bula, Spes non
confundit, Número 21)
¿Cómo
será el juicio de Dios?
El juicio
de Dios, que es amor (cfr. 1 Juan 4,8.16), no podrá basarse más que en el amor,
de manera especial en cómo lo hayamos ejercitado respecto a los más
necesitados, en los que Cristo, el mismo Juez, está presente (cfr. Mateo 25, 31-46).
TRABAJO EN GRUPO
¿Cómo
podemos vivir nuestra Fe desde la virtud de la Esperanza?
Saquemos conclusiones
reflexionando los siguientes textos bíblicos.
“Alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en
la tribulación y perseverantes en la oración” (cfr. Romanos 12, 12).
“Isaías dice: Aparecerá el retoño de
Jesé, el que se levanta para imperar sobre los gentiles. En él pondrán los
gentiles su esperanza. El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en
vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.”
(Romanos 15, 12-13).
Los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán
y no se cansarán. (Isaías 40, 31)
Sigamos profesando nuestra esperanza
sin que nada nos pueda conmover, ya que es digno de confianza aquel que se
comprometió. (Hebreos 10,23).
Honren en su corazón a Cristo como
Señor. estén siempre dispuestos para dar una respuesta a quien les pida cuenta
de su esperanza. (1 Pedro 3, 15).
Hay un solo cuerpo y un solo
Espíritu, así como también fueron llamados a una sola vocación y una esperanza.
(Efesios 4, 4).
¿POR QUÉ LA VIRTUD
DE LA ESPERANZA ES TEOLOGAL?
El
catecismo de nuestra Iglesia Católica nos permite saber:
Es la
virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna
como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas
de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la
gracia del Espíritu Santo
Corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo
hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las
purifica para ordenarlas al Reino de los cielos
La
esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene
su origen y su modelo en la esperanza
de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en
Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cfr Génesis 17, 4-8; 22, 1-18).
Catecismo, numerales: 1817- 1819
“La esperanza. Es una
virtud teologal. La en latín virtud, virtus quiere decir “fuerza”; o sea,
la esperanza es una fuerza que viene de Dios. La esperanza, por lo tanto, no es
algo habitual o una característica” (Papa Francisco, Audiencia, 11 de enero,
2025).
JESUCRISTO NOS PROPONE VIVIR SEGÚN LA ESPERANZA
Desde el comienzo de la
predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra
esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino
hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús
La esperanza es “el
ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró por nosotros
como precursor Jesús” (Hebreos 6,
19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación:
“Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de
salvación” (1 Tesalonicenses 5,
8).
SANTA TERESA DE
JESÚS DECÍA
«Espera, espera, que
no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se
pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve
largo. (cfr. Catecismo, 1820- 1821)
El
Papa Benedicto XVI nos recuerda que la Fe es Esperanza «Esperanza» es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de
que en muchos pasajes las palabras «fe» y «esperanza» parecen intercambiables.
Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la «plenitud de la fe» (10, 22)
con la «firme confesión de la esperanza» (10, 23). (Encíclica Spe Salvi, Numeral
2)
La fe está estrechamente
unida a la esperanza: “La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la
certeza de cosas que no se pueden ver. “La fe es la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11, 1).
¿QUÉ
DISTINGUE LA ESPERANZA CRISTIANA?
Es distinta a todas
las otras porque ofrece la unión con Dios a través de Jesucristo
Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el
Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno
en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá
imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente. (Encíclica
Spe Salvi, Numeral 31)
SOCIALICEMOS
¿Cuántas
clases de falsas esperanzas, existen?
El Papa Benedicto XVI
nos da la respuesta: Hay
personas que ponen su esperanza en los bienes materiales, pero
nuestra fe, la sustancia de la esperanza, es superior a cualquier sustancia
material (Encíclica Spe Salvi, Numeral 8)
Otras personas ponen
su esperanza en el progreso. Buscan su salvación a través del activismo político y de la tecnología. Sin embargo, la
ambigüedad del progreso se ha puesto de manifiesto en los horrores perpetrados
en nombre del progreso. (Encíclica Spe Salvi, Numeral 22)
TRABAJO EN GRUPO
Cada persona debe responder primero
en su mente: ¿Cómo puedo cultivar la esperanza?
Después, medite las
siguientes frases:
Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración.
Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. (Encíclica Spe Salvi,
Numeral, 32)
El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza
Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto. (Encíclica
Spe Salvi, Numeral, 35)
El sufrimiento forma parte de la existencia humana. Debemos cultivar
nuestra Esperanza. Lo que cura la persona ante el dolor es la capacidad de
aceptar la tribulación. (Encíclica Spe
Salvi, Numeral, 36)
“La esperanza es la
virtud de un corazón que no se encierra en la oscuridad, no se detiene ante el
pasado, sino que sabe mirar al futuro.” (Papa Francisco)
“El que vive desde la fe
en Dios, siempre está escuchando en lo más íntimo de su ser: “Hay esperanza
para tu futuro” (Jeremías 31, 17).
“El que vive de la
esperanza cristiana, no anticipa nunca el juicio definitivo: “No juzguéis nada
antes de tiempo, esperad a que llegue el Señor: el sacará a la luz lo que
esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los motivos del corazón” (1 Corintios
4, 5).
JESUCRISTO ES
NUESTRA ESPERANZA
Los Evangelios según
san Mateo y según san Lucas nos proponen pensar en la llegada del Hijo de Dios,
como la Esperanza que ya había sido anunciada.
(cfr.
Audiencia, 18 de diciembre 2024)
El Papa Francisco nos invita a
pensar:
San Mateo abre su Evangelio y todo
el canon del Nuevo Testamento con la «genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham» (Mateo 1, 1).
la genealogía del Señor es la
verdadera historia, en la que están presentes algunos nombres, por así decir,
problemáticos, y se subraya el pecado del rey David (cf. Mateo 1, 6).
Aparece,
pues, la verdad de la vida humana que pasa de una generación a otra entregando tres cosas: un nombre que encierra una
identidad y una misión única; la pertenencia a una familia y a un pueblo; y finalmente
la adhesión de fe al Dios de Israel.
Jesús
es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el
Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto
a ser la «Luz para iluminar las naciones paganas» (cf. Lucas 2, 32) y el
«Salvador del mundo» (Juan 4, 42).
El
Hijo de Dios, consagrado al Padre con la misión de revelar su Rostro (cf. Juan
1, 18; Juan 14, 9), entra en el mundo como todos los hijos del ser humano,
hasta el punto de que en Nazaret se le llamará «hijo de José» (Juan 6, 42) o
«hijo del carpintero» (Mateo 13, 55). Verdadero Dios y verdadero hombre.
SOCIALICEMOS
La Palabra de Dios testifica acerca
de Jesús “Ustedes investigan la Escritura, ya que creen tener en ella vida eterna.
Ella son las que dan testimonio de mí” (Juan 5, 39)
San Pablo escribe a Timoteo en nombre de
Cristo nuestra esperanza (1 Timoteo 1, 1)
Jesucristo nuestra esperanza es el dador de la
vida eterna. Dice el
Evangelista:
“En verdad, en verdad os digo: el
que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no
incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega
la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,
y los que la oigan vivirán. (Juan 5, 24-25)
Algunos
comentaristas bíblicos llaman a san Pedro, el apóstol de la esperanza.
En su primera carta,
el apóstol dice: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos".
San Pedro nos enseña que Jesucristo
es nuestra Esperanza. Precisamente la Esperanza nace por la resurrección de
Jesucristo entre los muertos. (cfr. 1 de Pedro 1, 3).
La
Palabra de Dios nos pide vive la fe y el tiempo desde la virtud de la Esperanza:
Por ejemplo:
El tiempo y la
historia tienen una razón de ser. El tiempo no pasa en vano, la historia no se
detiene, se aprende de la historia, se aprovecha al máximo el tiempo. Vivimos
según la Esperanza de nuestra fe.
El
profeta Jeremías, anuncia la venida del Salvador, “esto dice el Señor, ya
se acerca el día en el que cumpliré la promesa. ese Mesías viene con una misión
específica, la liberación del pueblo, su mensaje es un llamado a la
esperanza.
El
apóstol Pablo al escribir su epístola a quienes viven en tesalónica,
prepara y dispone la comunidad para la venida del Señor, lo hace a través de un
mensaje del amor y de la esperanza.
Debemos
ser personas vigilantes, atentos a todo lo que nos está sucediendo, no
podemos perder la fe y la esperanza en todo lo que realizamos.
El
espíritu de la Palabra de Dios nos permite saber con certeza que nuestra vida
depende de la Esperanza. La Palabra es fuente de Esperanza. Dice el apóstol: todo lo que fue escrito en
tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de
la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Romanos 15, 4)
El
Catecismo de la Iglesia Católica nos recomienda sostener nuestra Esperanza
hasta el último momento de nuestra vida. “En toda circunstancia, cada uno
debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cfr. Mateo 10,
22). En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se
salven” (1 Timoteo 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo,
su esposo. (Catecismo, numeral 1821).
TRABAJO EN GRUPO
Meditemos la siguiente propuesta
La Esperanza en
Jesucristo se basa en la Fe, en sus promesas y en la resurrección.
¿Qué piensan de la siguiente afirmación de san
Juan Pablo II?
"Como cristiano, mi esperanza y confianza se centran en Jesucristo...
quien para nosotros es Dios hecho hombre y forma parte por ello de la historia
de la humanidad. Tal es precisamente la razón de que la esperanza cristiana
ante el mundo y su futuro se extienda a cada ser humano.
A causa de la radiante humanidad de
Jesucristo, nada hay genuinamente humano que no afecte a los corazones de los
cristianos. La fe en Cristo no nos aboca
a la intolerancia. Por el contrario, nos obliga a inducir a los demás a un
diálogo respetuoso.” (Discurso naciones unidas, año 1995).
El Papa Benedicto XVI afirmó que Jesucristo es la esperanza de todos los
seres humanos, sin distinción. Para él, la fe en Cristo resucitado
transforma la vida y da esperanza.
Jesucristo
es la gran esperanza que da sentido a las esperanzas que nos mantienen en
camino. Es Dios que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que no
podemos alcanzar por nosotros mismos. Es el Dios que tiene un rostro humano; su
Reino está presente allí donde él es amado y donde su amor nos alcanza.
(Benedicto XVI, Encíclica Spe Salvi, 22-31).
«Podemos afirmar que Jesucristo no
tiene que ver sólo con los cristianos, o sólo con los creyentes, sino con todos
los hombres, porque Él, que es el centro de la fe, es también el fundamento de la esperanza. Y de la esperanza todo
ser humano tiene constantemente necesidad».
(Benedicto XVI, Ángelus, 29 de noviembre 2009).
ESPERAR ES VOLVER A
COMENZAR
Dice la Escritura que
muchas personas buscaban a Jesucristo con el deseo de volver a comenzar.
Celebrar el Jubileo de la Esperanza, es pensar en la posibilidad de comenzar de
nuevo.
(cfr. Papa Francisco,
Audiencia, 11 de enero, 2025).
¿Qué
nos propone el Papa Francisco para nuestra reflexión?
Acoger
el Reino de Dios nos conduce a un nuevo orden de grandeza. ¡Nuestro mundo,
todos nosotros tenemos necesidad de esto! Y nosotros decimos: ¿qué cosa debemos
hacer? volver a comenzar.
Dice la Escritura: “Yo les digo que
entre los hijos de mujer no hay ninguno más grande que Juan Bautista; y sin
embargo, el más pequeño en el Reino de
Dios es más que él.” (Lucas 7, 28). “Volver a comenzar”.
Jesús
nos muestra el camino, de las nuevas Bienaventuranzas, que son las leyes
sorprendentes del Evangelio. Entonces preguntémonos: ¿llevo dentro de mí un
sincero deseo de volver a comenzar? ¿Quiero aprender de Jesús quién es
verdaderamente grande? El más pequeño, en el Reino de Dios, él es grande. Y
nosotros debemos … Volver a comenzar.
Nosotros volvemos a comenzar desde esta originalidad de Dios, que ha
resplandecido en Jesús y que ahora nos compromete a servir, a amar
fraternalmente, a reconocernos pequeños.
SOCIALICEMOS
Meditemos
y saquemos conclusiones de las siguientes propuestas:
Tenemos muchos momentos en la vida para volver
a comenzar. Son muchos los
deseos de empezar una vida nueva, de sentirse liberado, de darse cuenta que la
vida nos da una nueva oportunidad para volver a comenzar. Por ejemplo:
En el ambiente católico cristiano,
cada vez que nos imponen la señal de la Cruz con la santa Ceniza, nos está
diciendo en el fondo, puedes volver a comenzar. “Conviértete, cree y vive el
Evangelio”. “Ahora, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con
luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor.” (Joel 2,
12).
Cada
vez que celebramos el tiempo litúrgico de la Cuaresma es una voz que resuena en
nuestro corazón para volver a comenzar. la Iglesia nos invita a revisar
nuestro proyecto de vida, de manera que reconozcamos las fallas y hagamos los
ajustes necesarios. Por eso la Cuaresma es tiempo de conversión.
La
conversión ha sido un llamado eterno de Dios. Es el paso obligatorio para
volver a comenzar, para iniciar de nuevo, para recuperar el camino perdido,
para que Dios nos de nuevamente su confianza. La parábola del hijo pródigo nos
permite entender muy bien, el hecho de volver a comenzar, cuando el joven
caprichoso decide regresar y volver a comenzar su vida junto a su padre y éste
lo acepta de todo corazón. (cfr. Lucas 15, 11-24).
Comenzar
de nuevo es una condición para entrar en el Reino de Dios. El Nazareno pide
que dejemos todo atrás y comencemos una vida nueva según su Reino. “se han
cumplido los tiempos y se acerca el Reino de Dios; convertíos y creed en la
Buena Nueva” (Marcos 1, 15)
Jesucristo
ofrece muchas posibilidades para comenzar de nuevo. Un buen ejemplo es
hacerse como niños y comenzar de nuevo. (cfr. Mateo 18, 3).
Jesucristo
advierte a Nicodemo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de
nuevo. (Juan 3, 3).
El
Maestro pide a Zaqueo que baje del árbol porque Él quiere hospedarse en su
casa. Comenzar de nuevo una vida para Zaqueo. (cfr. Lucas 19, 1-10).
Los
psicólogos recomiendan las siguientes actitudes para comenzar de nuevo:
Afrontar con fortaleza
y sabiduría las dificultades y comenzar una nueva etapa en la vida.
Poner en orden las
prioridades de nuestra vida.
Establecer un plan de
vida que sea viable
Reconciliarse con el
pasado para no afectar el futuro.
TRABAJO EN GRUPO
Pensemos
en las posibilidades que nos ofrece Dios para comenzar de nuevo.
Posibilidades que nos ofrece la vida para comenzar de nuevo. Posibilidades que
nos ofrecen amigos y familiares para comenzar de nuevo.
Piensa
en las siguientes afirmaciones:
Las tentaciones no nos
permiten comenzar de nuevo. Nos limitan para crecer en el bien y la verdad. La
solución es buscar el verdadero arrepentimiento de todo lo que había sucedido y
comenzar a buscar la fuente de Dios. (cfr. Deuteronomio 8, 1-7).
Nos
podemos convertir en testigos de la Esperanza, si comenzamos una nueva vida.
Por ejemplo: una sociedad de hermanos, donde cada uno le lava los pies a los
demás. (cfr. Juan 13, 14). Una sociedad donde el discípulo no es más que su
Maestro. (cfr. Lucas 6, 40). Una sociedad, donde nadie se crea juez de los
demás. (cfr. Lucas 12, 14).
El
sacramento del bautismo es un llamado a comenzar de nuevo. Es nacer de nuevo. Es
comenzar a sentir y a vivir de acuerdo al Espíritu de Dios. Parece ser algo
inexplicable a la inteligencia humana. Solo lo entiende quien practica su fe:
Se nace del agua y del Espíritu Santo. Se empieza desde cero para poder llegar
muy lejos. (cfr. Gálatas 5, 16).
El
Papa Benedicto XVI enseña que: La santidad crece con la capacidad de
conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar, y
sobre todo con la capacidad de reconciliación y de perdón. Pablo y Bernabé
discuten, pero se reconcilian. Comienzan de nuevo. (cfr. Audiencia, 31 de
enero, 2007).
El Reino de Dios es un sistema de
vida planteado por el Hijo de Dios y asumido por todos los que creemos en él. Vivir en ese Reino es, dejar, abandonar y
comenzar de nuevo un camino donde todo tiene su razón de ser. El que
no se convierte estará toda su vida hablando de lo mismo y buscando lo mismo.
Jesucristo
ofrece vida eterna para todos aquellos que respeten ese Reino y vivan el
espíritu de su programa de vida.
Aprendemos a comenzar de nuevo. “No son los que me dicen: “Señor,
Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la
voluntad de mi Padre que está en el cielo.” (Mateo 7, 21).
MARÍA SANTÍSIMA
ES MODELO DE LA ESPERANZA
¿Qué
sabemos de la historia de la Virgen María?
María se convierte en modelo de fe, esperanza y
caridad. María es el modelo
perfecto de la vida cristiana, es la Madre del sacrificio, del silencio, de la
oración, de la perfecta entrega, de la generosidad, de la grandeza y nobleza de
corazón, es la Madre concebida sin pecado original, quien conservándose pura y
sin mancha logró cambiar el rumbo de nuestra historia para gloria de Dios y
para el bien de los hombres.
Dios
siempre sostuvo viva la llama de la Esperanza desde el mismo momento de la
creación y la perfección de su obra. Le
confió a hombres y mujeres los destinos de la historia. Su esperanza llega a
muchas generaciones a través de los patriarcas y los profetas.
La
Esperanza que viene de Dios, logra su máxima expresión en la genial idea de
enviar a Hijo con la misión de salvar la humanidad. María Santísima resplandece
como aquella que lleva en su vientre virginal a la esperanza de Israel. Ella es
modelo de aquella persona que cree en Dios y tiene sus esperanzas en la
salvación que viene de Dios.
La
estrella de Belén permite vislumbrar a Alguien que todavía muchos no conocen.
Se trata del Salvador del mundo. La que fue concebida sin pecado original, da a
luz a Aquel que va a cambiar la historia del mundo con la Esperanza de la
eternidad.
En
medio de la oscuridad y la desesperanza que muchas veces limita nuestros
deseos, aparece una luz que establece nuestro eterno y definitivo
horizonte. Una señal de esperanza abre las puertas a la transformación del
mundo.
La
estrella de Belén sigue marcando el camino de esta nueva humanidad: Los que
creemos somos estrellas con luz permanente,
aprendemos a brillar con luz propia. Tenemos nuestra Esperanza en Aquel
que nació para sembrar la Esperanza de la vida. (cfr. Mateo 2, 1-12).
El
Magisterio de nuestra Iglesia Católica nos enseña que la Santísima Virgen es para
nosotros ese maravilloso modelo que nos invita a vivir según la fe, la
esperanza y la caridad. De la misma manera que lo hizo nuestra madre del cielo,
obedeciendo en todo a la voluntad divina. (cfr. Constitución dogmática, Lumen
Gentium, 65).
SOCIALICEMOS
Nuestro
querido Papa Benedicto XVI nos enseña:
En la Santísima Virgen
María por su generosa respuesta, el “Sí”
la esperanza de los siglos se ve cumplida, y Aquél a quien Israel esperaba
desde antiguo entra en el mundo, entra en nuestra historia. Acerca de Él, el
ángel había anunciado que su Reino no tendría fin (cfr. Lucas 1,33).
Alrededor
de treinta años más tarde, debió de ser duro mantener viva esta esperanza
cuando María lloraba al pie de la cruz. Parecía que las fuerzas de las
tinieblas acabarían por imponerse. Y con todo, en su interior, ella recordaba
las palabras del ángel. Incluso en medio de la desolación del Sábado Santo, la
certeza de la esperanza la sostiene hasta la alegría de la mañana de Pascua.
Y así nosotros, sus hijos,
vivimos con la misma esperanza confiada de que la Palabra hecha carne en el
seno de María nunca nos abandonará. Él, el Hijo de Dios y el Hijo de María,
fortalece la comunión que nos une, para que podamos ser así testigos de Él y
del poder de su amor que sana y reconcilia. (cfr. Ángelus, 6 de junio, 2010)
María Santísima es la estrella de
la Esperanza. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han
sabido vivir rectamente.
Jesucristo es por antonomasia el sol que brilla sobre todas las tinieblas. ¿Quién mejor que María podría ser para
nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de
nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la
Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su
tienda entre nosotros (cfr. Juan 1, 14)? (cfr. Encíclica Spe Salvi, 49).
En
María Santísima la Esperanza se hace realidad. Cuando llena de santa alegría
fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te
convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la
esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría
que, en tu Magnificat, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos,
conocías también las afirmaciones oscuras de los profetas sobre el sufrimiento
del siervo de Dios en este mundo. (Encíclica, Spe Salvi, 50)
Junto a la cruz, según las palabras
de Jesús mismo, te convertiste en madre de los creyentes. Con esta fe, que en la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza
de la esperanza, te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría
de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los
discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe.
(Encíclica, Spe Salvi, 50).
TRABAJO EN GRUPO
Aprovechemos estas geniales ideas
del Papa Francisco, para que las meditemos y cada persona pueda opinar o decir
su parecer, para aplicar a nuestra vida cristiana.
Miramos
a María, Madre de la esperanza. María ha vivido más de una noche en su camino
de madre. Desde su primera aparición en la historia de los Evangelios, su
figura se perfila como si fuera el personaje de un drama.
María
no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida. En
cambio es una mujer que escucha. Hay una gran relación entre la esperanza y la
escucha.
Ante
la muerte de su Hijo, María Santísima no desfallece. No se fue. María está
allí, fielmente presente, cada vez que hay que tener una vela encendida en un
lugar de bruma y de nieblas. Ni siquiera Ella conoce el destino de resurrección
que su Hijo estaba abriendo para todos nosotros hombres: está allí por
fidelidad al plan de Dios del cual se ha proclamado sierva en el primer día de
su vocación.
La
volveremos a encontrar en el primer día de la Iglesia, Ella, madre de
esperanza, en medio de esa comunidad de discípulos tan frágiles: uno había
renegado, muchos habían huido, todos habían tenido miedo (cfr. Hechos de los
Apóstoles 1, 14). Pero Ella simplemente estaba allí, en el más normal de los
modos.
No
somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo, que es la Santa Madre de Dios.
Porque nos enseña la virtud de la espera, incluso cuando todo parece sin
sentido: Ella siempre confiada en el misterio de Dios, también cuando Él parece
eclipsarse por culpa del mal del mundo. Que en los momentos de dificultad,
María, la Madre que Jesús nos ha regalado a todos nosotros, pueda siempre
sostener nuestros pasos, pueda siempre decir a nuestro corazón: “¡levántate!,
mira adelante, mira el horizonte”, porque Ella es Madre de esperanza. (cfr. Papa Francisco, Ángelus 10 de mayo
2017).
EL ESPÍRITU
SANTO Y LA ESPERANZA
El Espíritu Santo conduce al
Pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra Esperanza».
«El Espíritu y la Esposa
dicen: “¡Ven!”» (Apocalipsis 22, 17).
TALLER NÚMERO SIETE
AÑO JUBILAR 2025
Orientador:
Padre Jairo Yate Ramírez
Arquidiócesis de
Ibagué.
¿Qué sabemos
desde nuestra fe, sobre el Espíritu Santo?
Jesús
promete a los apóstoles el Espíritu Santo cuando se dispone a dejarlos diciendo:
“Si me amáis, guardareis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará el
Paráclito para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14,15).
Lo que Jesús no
alcanzó a hacer, lo hará el Espíritu Santo que fue enviado. Será el que consolará, asistirá, defenderá,
protegerá a los Apóstoles, a la Iglesia y a nosotros mismos. Es el culmen de la
obra de Cristo y el inicio de la misión de nosotros como Iglesia.
Todas las personas creyentes que
anuncian la verdad, han recibido la unción del Espíritu Santo, que es quien los
instruye. (cfr. 1 de Juan 2, 20.27). Es
el Espíritu Santo quien los conduce a la verdad completa. (cfr. Juan 16, 13).
No
se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu
Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque "nadie puede
decir: 'Jesús es Señor' sino bajo la acción del Espíritu Santo" (1 Corintios
12, 3). (Catecismo 152)
El
origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: "El
Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual
al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza.
(Catecismo 245)
La misión del Espíritu Santo está
siempre unida y ordenada a la del Hijo (cfr. Juan 16, 14-15). (Catecismo 485)
El
Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del
Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. (Catecismo 686)
Cuando
pensamos que las esperanzas están perdidas, la Palabra de Dios nos recuerda
que: Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder
del Espíritu Santo (cfr. Génesis 18, 1-15; Lucas 1, 26-38). Esta descendencia será Cristo (cf. Gálatas 3,
16) (Catecismo 706).
Al
final de los tiempos, contaremos con la presencia del Espíritu Santo. En
Juan Bautista el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar
al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lucas 1, 17). (Catecismo 718).
Juan Bautista termina el ciclo de
los profetas inaugurado por Elías (cfr. Mateo 11, 13-14). Anuncia la inminencia
de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Juan
1, 23) (Catecismo 719)
María Santísima es la obra maestra
de la misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos. (Catecismo
721).
Por medio de María, el Espíritu
Santo comienza a poner en Comunión con Cristo a los hombres "objeto del
amor benevolente de Dios" (cfr. Lucas 2, 14) (Catecismo 725).
SOCIALICEMOS
NUESTRO TEMA
El Papa Francisco nos propone
meditar las siguientes ideas, para entender que el Espíritu Santo, nos da
seguridad en la Esperanza. (cfr. Audiencia, 11 de diciembre, 2024)
¿CUÁLES IDEAS SON?
Los creyentes esperamos el Regreso
glorioso del Señor Jesús. Lo expresamos con la frase: “Ven Señor Jesús”. (Apocalipsis 22, 20).
Después de la Resurrección, el
Espíritu Santo es el verdadero «alter ego» de Cristo, Aquel que ocupa su lugar,
que lo hace presente y operante en la Iglesia. Es Él quien «anunciará lo que ha
de venir» (cfr. Juan 16, 13)
El Espíritu Santo es la fuente siempre
caudalosa de la esperanza cristiana. San Pablo nos dejó estas preciosas
palabras: «Que el Dios de la esperanza los colme, creyentes, de todo gozo y
paz, para que abunden en esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Romanos
15, 13).
La Esperanza
no es una palabra vacía, ni nuestro vago deseo de que las cosas vayan bien: la esperanza es una certeza, porque se
fundamenta en la fidelidad de Dios a sus promesas. Y por eso se llama
virtud teologal: porque está infundida por Dios y tiene a Dios como garante.
El cristiano no puede contentarse con tener
esperanza; también debe irradiar esperanza, ser un sembrador de esperanza.
Éste es el don más hermoso que la Iglesia puede hacer a la humanidad entera,
especialmente en los momentos en que todo parece incitar a arriar las velas.
El apóstol Pedro exhortó a los primeros
cristianos con estas palabras: «Adoren al Señor, Cristo, en sus corazones,
estando siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les demande razón de
la esperanza que hay en ustedes.». «Sin embargo, háganlo con dulzura y
respeto.» (1 Pedro 3, 15-16).
TRABAJO EN GRUPO
A manera de Mistagogia, pensemos en los
atributos del Espíritu Santo, para que valoremos y vivamos con firmeza nuestra
Esperanza Cristiana
Lo
primero, El Espíritu Santo es el Espíritu de la verdad. “Si ustedes me aman,
guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que
permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no
puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque
está con ustedes y permanecerá en ustedes.” (Juan 14, 15-17).
Lo
segundo, El Espíritu es el Señor y el dador de vida. Toda nuestra tiene
razón de ser gracias al Espíritu Santo. Nacemos del agua y del Espíritu. “El
que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo
que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. (Juan 3,
3-6). El Espíritu Santo es la garantía
de nuestra eternidad. “si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo de
entre los muertos está en ustedes, el mismo que resucitó a Jesús de entre los
muertos dará también vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que
habita en ustedes. No vivamos según la carne” (Romanos 8, 11-12).
Lo
tercero, El Espíritu Santo es la luz que ilumina a toda persona. “En
adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi
Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he
dicho.” (Juan 14, 26). Pablo dice a
Timoteo que Dios nos ha dado un Espíritu de fortaleza que nos capacita para
defender el buen depósito de la fe con la ayuda del Espíritu Santo recibido. “Dios
no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de
buen juicio.” (II Timoteo 1, 7)
Lo
cuarto, El Espíritu Santo no deja de ser el custodio de la esperanza en el
corazón del hombre: la esperanza de todas las criaturas humanas y,
especialmente, de aquellas que « poseen las primicias del Espíritu » y «
esperan la redención de su cuerpo » (Romanos 8, 23) San Juan Pablo II,
Encíclica, Dominum et Vivificantem, 67).
SIGNO DE ESPERANZA
Taller Número 8
Jubileo de la Esperanza Año 2025
Orientador: Padre Jairo Yate
Ramírez
Arquidiócesis de Ibagué.
¿En qué tema
vamos a centrar nuestro pensamiento hoy?
La inquietud está en dar le respuesta a la Escatología propuesta en la Sagrada Escritura.
¿Qué
entendemos por Escatología?
Tomando como referencia la virtud de la
Esperanza, podríamos decir que es como la dicha, la felicidad, el tiempo
cumplido, el fin del mundo. Se cumplen todas las promesas propuestas por el
buen Dios, en su Alianza con la humanidad.
Cuando
creemos apoyados en la virtud de la Esperanza, descubrimos los signos de los
tiempos que Dios nos regala. Ponemos atención “a todo lo bueno que hay en
el mundo y no caemos en la tentación de considerarnos superados por el mal y la
violencia”. Nuestro mejor ejemplo es Abraham que esperó contra toda esperanza.
(cfr. Romanos 4, 18). La escatología no se convierte en algo trágico sino en la
noticia esperanzadora de toda la Sagrada Escritura.
El
apóstol san Pablo tomando como base la muerte y la resurrección de Jesucristo
propone la Esperanza del encuentro definitivo con el Señor Jesús, Todos los
que murieron con Él resucitarán con Él: “No queremos que estéis en la
ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás,
que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de
la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.
Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que
quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El
Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de
Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer
lugar.” (1 Tesalonicenses 4, 13-16)
Desde
el momento en que se cumpla la plenitud de los tiempos, la Esperanza estará en
la luz divina. Dios mismo será la luz eterna: “Verán su rostro y llevarán
su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de
lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por
los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 22, 4-5).
La
Esperanza escatológica también nos enseña que no hay lugar a la tragedia, ni
mucho menos a la destrucción. La Palabra de Dios indica que el mundo que
fue creado bueno y perfecto como lo hizo Dios no está destinado al fracaso ni a
la corrupción (cfr. Génesis 1, 4). La Esperanza es la propuesta según los
hermeneutas por el libro más Esperanzador de todos los 73 libros que tiene una
Biblia. El libro que promete paz, tranquilidad y una recompensa final: “Dichoso
el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo
escrito en ella, porque el Tiempo está cerca.” (Apocalipsis 1, 3).
La
Escritura nos anticipa signos Esperanzadores al momento final. Por ejemplo:
“Lo corruptible se revestirá de incorrupción. (1 Corintios 15, 53). Jesucristo
transformará nuestro pobre cuerpo mortal. (Filipenses 3, 21). En la
resurrección, todos serán como Ángeles de Dios. (Mateo 22, 30). La muerte no
existirá jamás, no habrá llantos, ni gritos. (Apocalipsis 21, 4). Los justos
brillarán como el sol en el Reino de su Padre. (Mateo 13, 43). Los que tengan
Esperanza en Cristo Jesús, dirán: “Ven Señor Jesús” (Apocalipsis 22, 20).
SOCIALICEMOS
Aprovecharemos el sabio y excelente
artículo del Padre Raúl Ortiz Toro. Secretario adjunto de la Conferencia
Episcopal de Colombia. Escrito que se encuentra en el libro: “Caminar en
Esperanza” El título del artículo es: “Transformar los signos de los tiempos,
en signos de Esperanza” (Páginas 17 al 24).
El Padre Raúl
nos propone pensar en:
Existe una relación entre la fe, la
esperanza y la caridad. “La Esperanza es brújula que orienta el camino,
estrella matutina que marca un derrotero, motivación para vivir cristianamente
la vida”.
¿Cómo se pude obtener la virtud
de la Esperanza?
El Papa Francisco
enseña que la Esperanza es, por una parte, fruto de la gracia de Dios, pero,
también, resultado del esfuerzo humano. (cf. Spes non confundit, 7).
Jurgen Moltmann, teólogo
protestante, propone pensar en: ¿Por qué limitar la esperanza solo a la
expectativa de estos acontecimientos que marcarán el final de la historia?
¿Por qué atender hasta el final para hacer de la virtud de la Esperanza,
aliento y crítica de la cotidianidad de la vida?
La constitución pastoral Gaudium et
Spes, del Concilio ecuménico Vaticano II propone que la Iglesia interprete a
fondo los signos de la época y lo haga a la luz del Evangelio. “Cristo vino al
mundo para salvar y no juzgar, para servir y no para ser servido.
El Papa Francisco propone
transformar los signos de los tiempos en signos de esperanza. No podemos
caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. “La
esperanza nunca la debemos perder” (cf. Bula de convocación al jubileo 2025,
Spes non confundit).
El Papa Francisco nos recuerda
los signos de la Esperanza que debemos cultivar. Por ejemplo: “La paz, la
promoción y defensa de la vida, la profecía social (con los privados de la
libertad, enfermos, migrantes y en general con los pobres) la atención a la
juventud y la ancianidad.
El Jubileo ordinario 2025 no será el
año de la Esperanza si no la transmitimos a aquellos que están sumergidos en
situaciones de desolación. “Las obras de misericordia, son igualmente obras de
esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud”.
TRABAJEMOS EN GRUPO
Tomando como punto de referencia el
genial pensamiento del Papa Benedicto XVI, leeremos las propuestas del santo
padre y cada grupo presentará sus opiniones o aplicaciones a nuestra vida de
fe. (cfr. Audiencia 12 de noviembre 2008).
Todo discurso cristiano sobre las
realidades últimas, llamado escatología, parte siempre del acontecimiento de la
Resurrección: en este acontecimiento las realidades últimas ya han comenzado y,
en cierto sentido, ya están presentes.
San
Pablo describe la parusía de Cristo con acentos muy vivos y con imágenes
simbólicas, pero que transmiten un mensaje sencillo y profundo: al final
estaremos siempre con el Señor. Este es, más allá de las imágenes, el mensaje
esencial: nuestro futuro es "estar con el Señor"; en cuanto
creyentes, en nuestra vida ya estamos con el Señor; nuestro futuro, la vida
eterna, ya ha comenzado. (cfr. 1 Tesalonicenses 4, 14-17).
San
Pablo nos advierte que no nos dejemos engañar: Por lo que respecta a la
venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos,
hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestros ánimos, ni os
alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna
carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el día
del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera" (2 Tesalonicenses 2,
1-3)
La
espera de la parusía de Jesús no dispensa del trabajo en este mundo; al
contrario, crea responsabilidad ante el Juez divino sobre nuestro obrar en este
mundo. (cfr. 2 Tesalonicenses 3, 10-12).
San Pablo participa también
de los sentimientos de Cristo, el cual no vivió para sí mismo, sino para nosotros. Vivir para los demás
se convierte en el programa de su vida y por ello muestra su perfecta
disponibilidad a la voluntad de Dios, a lo que Dios decida. Sobre todo, está
disponible, también en el futuro, a vivir en esta tierra para los demás, a
vivir para Cristo, a vivir para su presencia viva y así para la renovación del
mundo.
¿Cuáles son las actitudes
fundamentales del cristiano ante las realidades últimas?: la muerte, el fin del
mundo? La primera actitud es la certeza
de que Jesús ha resucitado, está con el Padre y, por eso, está con nosotros
para siempre.
En segundo lugar, la certeza de que Cristo está conmigo,
de que en Cristo el mundo futuro ya ha comenzado, también da certeza de la
esperanza. El futuro no es una oscuridad en la que nadie se orienta. No es así.
Nuestra tercera actitud es: responsabilidad con respecto al mundo,
a los hermanos, ante Cristo y, al mismo tiempo, también certeza de su
misericordia. Ambas cosas son importantes. No vivimos como si el bien y el mal
fueran iguales, porque Dios sólo puede ser misericordioso. Esto sería un
engaño.
"Señor
nuestro, ¡ven!" (1 Corintios 16, 22). Era la oración de la primera
comunidad cristiana; y también el último libro del Nuevo testamento, el
Apocalipsis, se concluye con esta oración: "¡Ven, Señor!". ¿Podemos
rezar así también nosotros? Me parece que para nosotros hoy, en nuestra vida,
en nuestro mundo, es difícil rezar sinceramente para que acabe este mundo, para
que venga la nueva Jerusalén, para que venga el juicio último y el Juez,
Cristo. Creo que aunque, por muchos motivos, no nos atrevamos a rezar
sinceramente así, sin embargo de una forma justa y correcta podemos decir también con los primeros
cristianos: "¡Ven, Señor Jesús!".
Queremos
que el mundo cambie profundamente, que comience la civilización del amor, que
llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre. Queremos todo
esto. Pero ¿Cómo podría suceder esto sin la presencia de Cristo? Sin la
presencia de Cristo nunca llegará un mundo realmente justo y renovado.