Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí
Jesucristo es el testigo por excelencia de Dios. Jesucristo anuncia el mayor deseo de su Padre, que está en la salvación de todos los hombres y mujeres. Jesucristo da testimonio de Dios, testimonio de la verdad, testimonio de la misión que su Padre le encomendó. La dificultad aparece en la fe. Según la Escritura los patriarcas y profetas dieron testimonio de las maravillas de Dios.
El problema para muchos que no
pudieron conocer a Dios fue la fe. La misma Palabra de Dios presenta la obra de Dios. La dificultad para
no entender el ser de Dios ni la relación perfecta entre el Hijo y el Padre
celestial, es un asunto de fe. San Juan el Bautista preparó la humanidad para
la llegado del Cordero de Dios.
Quienes no lo pudieron conocer, tenían un problema serio de fe. Jesucristo comenzó su ministerio anunciando el Reino de su Padre celestial, quienes lo atacaron y lo juzgaron, tenían un problema serio de fe.
Cuando la fe no está centrada en Dios. No se alimenta de la Palabra de Dios. No funciona de acuerdo al Espíritu de Dios, nunca lograremos cumplir la misión que quiere de nosotros. Entonces nos dirá: Nunca lo van a lograr porque: “No creen al que Él ha enviado”. (Juan 5, 38). Existen dos recomendaciones para vivir bien nuestra fe:
Por la fe, el hombre debe someter su inteligencia y su voluntad a Dios.
Por la fe, cada persona debe obedecerle a Dios. Abraham se distinguió porque le
obedeció a Dios. (cfr. Hebreos 11,8) Abraham es modelo de una gran persona de
la fe. (cfr. Génesis 12, 1-4) (cfr. Catecismo 142-145)