1 de
diciembre 2024. «levántense y alcen la
cabeza» Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco, Plaza de san Pedro. ¡Queridos hermanos y hermanas, buen domingo!
El Evangelio
de la liturgia de hoy (Lucas 21, 25-28. 34-36), primer domingo de Adviento, nos
habla de trastornos cósmicos y de angustia y miedo en la humanidad. En este
contexto Jesús dirige a sus discípulos una palabra de esperanza: «Tengan ánimo
y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación» (v. 28). La
preocupación del Maestro es que sus
corazones no se apesadumbren (cfr v. 34) y que esperen vigilantes la venida
del Hijo del hombre.
La
invitación de Jesús es esta: levantar la cabeza hacia lo alto y tener el
corazón ligero y despierto.
En efecto,
muchos contemporáneos de Jesús, ante los eventos catastróficos que ven acaecer
a su alrededor – persecuciones, conflictos, calamidades naturales –, son
embargados por la angustia y creen que está por llegar el fin del mundo. Tienen
el corazón pesado por el temor.
Pero Jesús quiere liberarlos de las angustias
presentes y de las falsas convicciones, indicando cómo estar prevenidos en el corazón, como leer los eventos a partir del
proyecto de Dios, que actúa la salvación también dentro de las
circunstancias más dramáticas de la historia. Por esto les sugiere dirigir la
mirada hacia el Cielo para entender las cosas de la tierra: «levántense y alcen la cabeza» (v. 28).
Es bello… «levántense y alcen la cabeza».
Hermanos y
hermanas también para nosotros es importante el consejo de Jesús: «Que sus
corazones no se apesadumbren (v. 34). Todos nosotros, en tantos momentos de la
vida, nos preguntamos: cómo hacer para
tener un corazón “ligero”, ¿un corazón despierto, libre? ¿Un corazón que no
se deja aplastar por la tristeza? La
tristeza es fea… Es fea. De hecho, puede
pasar que las ansias, los miedos y los afanes por nuestra vida personal o por
todo lo que hoy acontece en el mundo, pesen como rocas sobre nosotros y nos
empujen al desánimo.
Si las
preocupaciones cargan al corazón y nos inducen a encerrarnos en nosotros mismos,
Jesús nos invita en cambio a levantar la cabeza, a confiar en su amor que nos
quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia, a
hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza.
Y,
entonces, preguntémonos: mi corazón está cargado por el miedo, por las
preocupaciones, ¿por las ansias en el futuro? Sé observar los eventos cotidianos y las circunstancias de la historia
con los ojos de Dios, en la oración, ¿con un horizonte más amplio? ¿O más
bien me dejo tocar por el desánimo? Que este tiempo de Adviento sea una ocasión
preciosa para levantar la mirada hacia Él, que aligera el corazón y nos
sostiene en el camino.
Ahora
invoquemos a la Virgen María, que también en los momentos de prueba ha estado
lista a acoger el proyecto de Dios. Fuente: Vatican. Va.