Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Los
fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y
vieron que algunos de sus
discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los
judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos,
siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen
sin hacer primero las abluciones.
Además, hay muchas otras prácticas,
a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las
jarras, de la vajilla de bronce y de las camas.
Entonces los fariseos y los escribas
preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la
tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?” Él
les respondió: “¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de
la Escritura que dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón
está lejos de mí.” °°° Marcos 7, 1-13.
El
verdadero culto a Dios pierde su sentido y su razón de ser, cuando se pretende
tomar lo circunstancial y no lo esencial de la ley y de las enseñanzas de
Dios. En la manera de pensar de cada persona, debería existir la diferencia
entre lo importante y lo menos importante. Es útil tener esta manera de razonar
porque no da lugar a equivocarse o a darle importancia a lo que Dios no quiere
que le demos.
El
culto a Dios interpretado desde la mente humana ha sido muy polémico; el
hombre en lugar de rendir culto a Dios, está pensando más en sí mismo o en
compararse con los demás. El problema más serio es que hemos perdido ese
llamado divino de darle a Dios lo que es de Dios, porque lastimosamente nos
hemos empeñado en hablar mucho y hacer poco.
En darle
importancia a lo que no tiene mucho interés, en juzgar a los demás porque no
cumplen estrictamente la ley. Razón suficiente tiene Jesús de Nazareth al
decir: “Hipócritas, su corazón está lejos de mí. El verdadero culto a Dios exige el esfuerzo, el sacrificio, la entrega
y la generosidad.
Queda
muy claro que Jesucristo no quiere que el culto se lleve el mérito de lo
absoluto. El verdadero culto debe estar centrado en Dios: “Adorarás al
Señor tu Dios y a Él solo servirás” (Lucas 4, 8). El Papa Francisco enseña: “El
verdadero culto a Dios no lleva a la discriminación, al odio y la violencia,
sino al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso
amoroso por todos. (Homilía, 14 de enero, 2015. Sri Lanka).
SI DESEAS ESCUCHAR EL AUDIO DE ESTA REFLEXIÓN
HAZ CLICK AQUÍ