Evangelio domingo 2 de febrero 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Y he aquí
que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y
piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
Le había sido revelado por el
Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.
Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al
niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y
bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, puedes, según tu
palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu
salvación.” °°° Lucas 2, 22-40.
Los
padres de Jesús de Nazareth son fieles, respetuosos, cumplidores de la ley del
Señor. De acuerdo a la ley de Dios en la Antigua Alianza, todo primogénito
varón debe ser consagrado al Señor. (Éxodo 13, 2. 12). El apóstol san Pablo le
recuerda a la comunidad de Colosa que “Jesús es imagen de Dios invisible,
primogénito de la creación” (Colosenses 1, 15). Jesucristo es presentado en el
templo de Jerusalén a los 40 días de su nacimiento.
Dos
anuncios proféticos se cumplen: Jesucristo es el Mesías esperado, es luz de
las naciones y es gloria de Israel. (Lucas 2, 32). El segundo anuncio, es que
Él mismo será signo de contradicción. (Lucas 2, 34-35). Simeón añade que
Jesucristo será luz para la iluminación de las gentes. Cuatro personajes nos
regalan un buen mensaje: José y María, personas de fe, respetuosas de la ley de
Dios. Simeón y Ana, dos ancianos justos, modelos de fe y oración, ambos
iluminados por Dios, los dos recuerdan la razón de la Antigua Alianza: Jesús es
el esperado.
El
Papa Francisco afirma que: “María y José estaban asombrados por las cosas que
se decía sobre Jesús”, mientras que Simeón vio con sus ojos que en el Niño
Jesús se realizaba “la salvación realizada por Dios en favor de su pueblo: esa
salvación que había estado esperando por años”. “Ana se puso a alabar a Dios y fue a indicar a Jesús a la gente”
y añadió
que fue “una santa que hablaba sobre cosas buenas, no sobre cosas feas” al ir
con otras mujeres y mostrarles a Jesús. “La capacidad de asombrarnos por las
cosas que nos rodean favorece la experiencia religiosa y hace que el encuentro
con el Señor sea fructífero.” (cfr. Homilía 2 de febrero, 2020).
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