Evangelio sábado 8 de febrero 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Pues los que iban y venían eran
muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte,
a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y
fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
Y al desembarcar, vio mucha gente,
sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se
puso a enseñarles muchas cosas.” Marcos 6, 30-34
El
Hijo de Dios nos enseña a utilizar muy bien nuestro sentido común. El Maestro escucha con atención la
experiencia que sus discípulos han tenido en la misión. Escuchar es un buen
ejercicio que hace sentir muy bien a los demás. La persona se siente muy bien
contando sus experiencias, sabe que tiene alguien con quien compartir.
Mirar lo
que está sucediendo vale la pena. Jesucristo
se da cuenta del cansancio que produce la misión. Eso implica tiempo,
sacrificio, dedicación, dejar a un lado otras actividades personales. Un medio
muy bueno de recompensar es decirle a la persona “Vengan y descansen un poco”.
No
podemos llevar las cosas al extremo. Algunas personas corren tanto en el
ejercicio de la misión, que no tiene tiempo para sí mismas ni para
compartir tranquilamente con otra persona. El exceso de trabajo no da méritos a
la misión. Otra actitud importantísima
es la compasión. El apóstol san Pablo es muy sabio cuando recomienda a
todos los que deseen ser misioneros de Jesucristo: “Sean bondadosos y compasivos, unos con otros.” (Efesios 4, 32)
El apóstol
san Pedro recomienda: “Sean de un mismo sentir, compasivos, ámense unos a
otros”. (1 Pedro 3, 8). No hagan lo contrario al querer de Dios: “No devuelvan
mal por mal, ni insulto por insulto” (1 Pedro 3, 9).
Santa
Teresa de Calcuta, recordaba: “Los cristianos son para todos los hombres de la
tierra como una luz. Si somos cristianos debemos parecernos a Cristo. Si
queréis aprender el arte de la atención
y delicadeza hacia los demás os pareceréis cada vez más a Cristo, porque su
corazón era humilde y siempre estaba atento a las necesidades de los otros. Una
gran santidad comienza por esta atención a los demás.”
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