Evangelio jueves 20 de febrero 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Y él les preguntaba: «Y vosotros,
¿Quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo». Y les mandó
enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo
del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de
esto abiertamente.
Tomándole aparte, Pedro, se puso a
reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a
Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no
son los de Dios, sino los de los hombres». Marcos 8, 27-33
Si
Jesucristo es el Mesías o no lo es, fue motivo de controversia, motivo de
afirmación a lo que se estaba pensando, motivo de certificar lo que ya
existía en el corazón de algunas personas. El tema viene a bien. De acuerdo a
la Escritura, al escuchar y al presenciar a Jesús de Nazareth, nacen varias
posiciones: De acuerdo al Evangelio de Juan surge una polémica, no había plena certeza en el ambiente judío
de quién sería el Mesías. Unos decían este que estamos viendo es buena
persona, otros acentuaban, no señor, está engañando al pueblo. (Juan 7, 12).
Existía un temor, nadie se atrevía a
opinar en público, porque tenían miedo a los judíos. (cfr. Juan 7, 13).
Jesucristo da pista de quién es Él. “Mi doctrina no viene de mí, sino del que
me ha enviado” (Juan 7, 16). La invitación del Maestro es: “No juzguen por las apariencias” (Juan
7, 24). La pobre estructura de la fe en algunos judíos no les permitió
descubrir al Mesías. Decían: “Este sabemos de dónde viene, mientras que cuando
venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene.” (Juan 7, 27).
La
gran enseñanza es aprender a pensar como Dios y no como los hombres.
(Marcos 8, 33). A quien piensa como Dios
se le puede ocurrir la idea, que la inquietud del Maestro por su identidad, es
una ocasión para adelantar el anuncio del primado de Pedro. La manera en que
habló Pedro en un primer momento, eso no se lo reveló la carne. (cfr. Mateo 16,
17). El Hijo de Dios desea que descubran el mesianismo en Él, gracias a sus
obras y a sus palabras.
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