Evangelio miércoles 17 de julio
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Todo me ha sido dado por mi Padre, y
nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo
y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.” Mateo 11, 25-27.
El Hijo de Dios alaba a su Padre
celestial, alaba la sabiduría divina, enseña la relación perfecta que existe
entre Él y su Padre, que da como resultado el conocimiento del gran misterio
divino. El Maestro nos permite
distinguir entre los sabios y los humildes.
No necesariamente todos los sabios serán prudentes. Los Maestros de la ley y los fariseos eran
consideradas personas muy doctas. Aquellas que dominan el tema, tiene fama ante
la comunidad, pero no son humildes.
Al
contrario, entraron en conflicto con Jesús de Nazareth, no tanto porque
tuviesen una mejor interpretación, sino porque su Ego no les permitía aceptar
los nuevos presupuestos del Maestro, en materia de ley y de salvación.
El
segundo problema de los doctos en Israel, e incluso de un buen grupo de
personas del pueblo, es creer que la sabiduría tiene un Status social. No lograban entender por qué una persona
pobre, humilde, hijo de José y de María, de un pueblo tan humilde, hable con
tanta precisión, con tanta sabiduría. goza de tantos poderes. La
vida se les complica a todos aquellos que creen que tienen el poder. Dios
cambia el rumbo la historia. Los
humildes y los sencillos serán los grandes en el Reino de Dios.
Los
humildes son los que tienen la mejor fama en la historia de la salvación.
Por ejemplo: El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores. Hace
caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. (Salmo
24). Los humildes y los sencillos, fueron quienes, batiendo ramos de olivo,
abrieron calle de honor al gran Rey (cfr. Marcos 11, 10-11).
Jesucristo
aparece en el rostro de los humildes y necesitados. Dice el Maestro: “Les
aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes,
por mí mismo lo hicieron” (Mateo 25, 40).
El requisito para el Reino es acoger la palabra del Nazareno. (cfr.
Marcos 4, 26).
El Reino pertenece a los pobres y a los
sencillos. (cfr.
Lucas 4, 18). Todos los pecadores, estamos invitados a participar de su Reino.
(cfr. Marcos 2, 17). No hay espacio para
los que se creen perfectos.
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