Evangelio viernes 26 de julio
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
El
gran secreto para conocer el misterio de Dios, para discernir en torno a la
Palabra de Dios, para ser un buen comunicador del mensaje de Dios, es la
humilde. Dios se vale de los
pequeños, de los humildes, de los sencillos, para dar a conocer su llamado a la
Salvación. Así pues, que el objetivo no es tanto ser un versado en la Palabra
de Dios, sino que dicha persona debe gozar de la grandeza del corazón, la
humildad del alma y la sencillez en su manera de ser.
Razón
tiene el Papa Francisco cuando afirma: Es la pequeñez la que lleva a la
magnanimidad, porque nos permite ir más allá de nosotros mismos. El
Espíritu siempre elige a los pequeños, porque no puede entrar en los grandes,
en los orgullosos, en los autosuficientes. El verdadero pastor, el buen
misionero, el buen comunicador, debe ser una persona humilde. Cuando no lo
logra, es un director de oficina, es un administrador de una Iglesia, pero no
es un pastor.
Se
debe tener cuidado cuando se asume la pequeñez en la vida de la fe. No se
puede confundir con la pusilanimidad. Cuando la persona no asume bien su
humildad, puede carecer de ánimo y valor para tomar decisiones. Ser pequeño no
es sinónimo de ser pusilánime. (cfr. Homilía, Papa Francisco, 26 de julio,
2022).
Quien cree en Dios, quien cultiva su
fe, quien educa su fe, quien se dispone
desde la humildad a dejarse guiar por el Espíritu de Dios, necesariamente sabe
la respuesta indicada, en el momento preciso. No hay lugar a la duda, no
hay lugar a la espera, la palabra brota de un corazón lleno de la Gracia del
Señor. El humilde sabe escuchar, sabe
decidir, sabe esperar, se deja guiar fácilmente por el Espíritu de su Señor.
Santo
Tomás de Aquino, brillante teólogo, filósofo y jurista católico, enseñaba: la
virtud de la humildad consiste en mantenerse dentro de los propios términos
sin llegar a lo que está sobre sí, estando, en cambio, sometido a lo superior. la
humildad del Hombre Dios es la más grande humildad, pues soportó las bajezas
que convenía padeciera para salvar a los hombres, porque los hombres, inducidos
por la soberbia, eran amadores de la gloria mundana.
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