Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“La madre
de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró
ante Él para pedirle algo. “¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella dijo:
“Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino,
uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No saben lo que piden”, respondió
Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé?”
“Podemos”,
le respondieron. “Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz.
En cuanto a sentarse a mi derecha o
a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para
quienes se los ha destinado mi Padre”. Al oír esto, los otros diez se
indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes
saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les
hacen sentir su autoridad. No será así entre ustedes.” Mateo 20, 20-28
En
dónde está el secreto del buen apóstol, del excelente líder, del formidable
misionero en la obra de Dios. La respuesta puede ser: La humildad como principio de la misión. El servicio como la obra
que Dios quiere en el mundo. El buen
apóstol no se debe considerar como merecedor de privilegios, sino disponible
para seguir el camino que le indique su Maestro.
Salomé como madre de Santiago y
Juan, no comprende la misión que Dios quiere y la confunde con el privilegio al
ser enviados de Dios, sus hijos. Santiago y Juan en un primer momento, están
desorientados, cuando creen que la misión se cumple a la fuerza. El Hijo de
Dios, corrige y les indica: que lanzar fuego no es el camino a seguir. (cfr.
Lucas 9, 51-56).
Santiago
el mayor logró cumplir con su misión. Aprendió de su Maestro que el éxito está
en la humildad y el buen servicio a la comunidad. Juan y Santiago tuvieron
el privilegio de ser los primeros discípulos llamados por Jesús de Nazareth.
Santiago fue testigo con Juan y Pedro de momentos cumbres en la vida de
Jesucristo. Por ejemplo: la transfiguración del Señor, la pesca milagrosa,
Santiago se distinguió por ser un valeroso proclamador de la Palabra de Dios.
Tenía
un carácter muy valiente. Llevó la palabra de Dios, hasta la península ibérica.
Se le reconoce como patrono de España. San Juan Crisóstomo, como uno de los más
famosos oradores en la Iglesia Católica, patrono de los predicadores, el hombre
de la boca de oro, decía de Juan el mayor: “Fue el apóstol más atrevido y valiente”.
El Papa
Benedicto XVI dice que debemos aprender de Santiago el apóstol: la prontitud
para acoger el llamado de Dios. El entusiasmo para seguir el camino de Dios. la
disponibilidad para dar testimonio. (cfr. Audiencia, 21 de junio, 2006).
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